¡No pescarás!
La pesca es una de las actividades más inocuas, menos dañinas, culturalmente más sólidas y socialmente más rentables del mundo.
En una de esas sentencias que le añaden desprestigio a la Corte Constitucional, hace dos semanas decidió prohibir, por inconstitucional, la pesca deportiva. Lo hace sin fundamento fáctico alguno, confesando que, aunque hay duda que los peces sean seres sintientes o que la pesca deportiva sea nociva para el medio ambiente es mejor prohibirla “por precaución”. No creo que los peces sean seres sintientes, en Asia ‘poner cara de pez’ describe el autocontrol y la mesura para recibir imperturbable la peor noticia sin reflejar ningún sentimiento positivo o negativo, sangre de horchata, o meninfot, dicen los valencianos.
En cambio, hay evidencia que 100.000 personas se recrean en Colombia con la pesca organizada en asociaciones, generando un negocio que vincula a decenas de miles de pequeños negocios de promotores, restaurantes, camping y guías de las comunidades de sitios a veces aislados del país donde la pesca es mejor. Varios miles más lo hacen por cuenta propia.
En un país lleno de estados de cosas inconstitucionales es mortificante ver al más importante tribunal entrometiéndose en asuntos relativamente inocuos que sus magistrados confiesan que no entienden bien. La Corte no se está enfrentando a la pesca con dinamita o la sobreexplotación de los caladeros por grandes pesqueras; no, se mete con la recreación de personas y familias, y los pequeños comercios que lo hacen posible, que no causan ningún problema que no se pueda resolver con guardaparques o mejores prácticas, que además los pescadores ya tienen. Pero parece que en la agenda de la Corte Constitucional no había otro asunto más urgente, o más grave en qué ocupar las agudas inteligencias de los magistrados.
La pesca es una de las actividades más inocuas, menos dañinas, culturalmente más sólidas y socialmente más rentables del mundo. En Norteamérica y Escandinavia la experiencia de crecer de la niñez a la adolescencia incluye haber pescado y acampado con los papás o los abuelos. Alrededor de la pesca se mueve un enorme negocio de turismo deportivo que incluye criterios de sostenibilidad en las carnadas y los anzuelos; se ha desarrollado el principio ‘catch and free’, en el que se pesca y se libera al animal. También están los límites de talla y los periodos de veda. No es una práctica abusiva, sino de alta integración entre el ser humano y la naturaleza. La regulación busca mejorar las condiciones para que la pesca deportiva sea atractiva, no al revés.
Inclusive cuando se trata de la pesca para sacrificar y comer es dudoso que haya un impacto ambiental siquiera leve como para explicar esta nueva perla demagógica del activismo judicial liderado por personas que evidentemente no han pescado y seguramente tampoco acampado en su vida.
Acampar es una actividad colateral a la pesca, muy rentable, esencial dentro de la explotación del ecoturismo calificado. En el Valle y Chocó hay puntos importantísimos de pesca deportiva de mar, río y lago. En los Llanos Orientales la pesca deportiva de río ayuda a comunidades locales necesitadas de alternativas productivas que las alejen del cultivo ilegal o de la pesca con dinamita, o el contrabando de peces ornamentales. La pesca deportiva es esencial en el control de especies invasoras que sí causan un enorme daño a la fauna nativa, como el Pez León. Inclusive está ligada a los proyectos productivos de los ex combatientes de las FARC en La Macarena y Putumayo.
La pesca deportiva no daña el medio ambiente, probablemente lo protege, hace parte del esparcimiento familiar y ayuda al desarrollo y la paz. La Corte no resolvió ningún problema y en cambio causó muchos. Lamentable.