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Informalidad
Miles de ciudadanos honestos llenando formularios para que los analice un gobierno que facilita el lavado de activos y financia abiertamente terroristas.
No hay estudio socioeconómico que no considere nuestra alta tasa de informalidad una desgracia nacional y un obstáculo para la equidad. Abundan los lamentos, pero no abundan más las explicaciones.
Cuando se mide la facilidad para hacer negocios, iniciar una empresa, o tasa tributaria, Colombia figura en los últimos lugares del mundo.
La informalidad no es consecuencia de la pobreza, supuestamente generada por la libertad de la economía de mercado. Es la reacción de la gente precisamente a la ausencia de libertad. El Estado pretende imponer toda clase de restricciones y requisitos a quien emprende una actividad económica, por lo que la única forma de hacerlo, es con la libertad que da la informalidad.
Entrar al sistema representa una carga impositiva y regulatoria que un gran número de personas y emprendimientos pequeños, no pueden asumir.
Ejemplos abundan en todos los campos, pero puedo mencionar algunos datos del sector que conozco.
Para que un médico pueda comenzar a trabajar en una institución, debe aportar 23 documentos y certificaciones, muchos de los cuales requieren procesos dispendiosos y costosos.
Para que un consultorio médico tenga habilitación y pueda funcionar, se requieren más de 30 certificaciones que cubren todo lo imaginable. De los muchos que rayan en lo ridículo, destaco la obligación de llevar un registro del peso de las basuras que salen del consultorio todos los días. Pero eso tiene que ser con una gramera (pesa) debidamente certificada.
Y estaría mal sospechar que quienes cobran por certificar, tengan algo que ver con quienes se inventaron la norma. Son tantos, tan variados y tan absurdos los requisitos, que hay empresas especializadas en llenar la cuantiosa papelería, lo que termina siendo un gasto considerable.
Esa es la formalidad. La que nos tiene pensando en cambiar el letrero a ‘Mamo ancestral del mal de ojo cuántico’, y así quedar libre de todas las habilitaciones y permisos.
Otro proceso, de tantos, que hace méritos para construirle un monumento al cinismo es el Sistema de Administración de Riesgo de Lavado de Activos y de Financiación del Terrorismo.
Miles de ciudadanos honestos llenando formularios para que los analice un gobierno que facilita el lavado de activos y financia abiertamente terroristas. A las preguntas del Sarlaft deberíamos contestar: Sí, soy culpable, pago impuestos.