Columnistas
La epopeya empresarial de Óscar Isaza
Sin duda lo que ha hecho Isaza amerita un capítulo en la historia empresarial de la región...

La primera vez que escuché el nombre de Óscar Isaza fue hace unos 38 años. Yo era gerente de una de las zonas del Banco de Bogotá y una colega nos contó de su interés en financiar un empresario de Buenaventura, quien al enterarse de que una flota de barcos chinos venía a sus actividades pesqueras por varios meses y su último puerto sería nuestro puerto vallecaucano, se fue para San Francisco, en USA, y consiguió el negocio de la proveeduría para los orientales.
Antes de zarpar desde el Pacífico colombiano hasta alta mar, requerían toneladas de carne de caballo, cebollas, tomates y una lista impresionante de mercado para centenares de marineros que permanecerían casi un cuatrimestre sin tocar tierra. Cada uno de estos insumos ameritaba una aventura por los volúmenes, manipulación y prontitud. Desde allí me interesé en la vida de ese personaje que, solo con la noticia de una oportunidad tan particular, emprendió vuelo a California a conseguir el negocio.
La historia de Óscar es de leyenda. Nacido en el barrio La Campiña de Cali, hijo de un maquinista de los Ferrocarriles Nacionales, estudió ingeniería civil en la Universidad del Valle, donde conoció a Amparo Pinzón, quien fue su esposa y motor importante en su consolidación empresarial. Ambos iniciaron con el negocio de venta de combustibles en el cual ya estaba la familia Pinzón. La empresa de la pareja llegó a ser la mayor distribuidora de combustible en el occidente del país. La tenacidad de Óscar no tiene límites; está enseñado a encontrar y solucionar obstáculos en todo lo que se propone.
Siendo presidente de la junta de la Cámara de Comercio de Buenaventura, estuvo al tanto de la posibilidad de concesionar el puerto ante la terminación de la operadora estatal y fue así como nació la Sociedad Portuaria Regional de Buenaventura, en la cual fue gestor destacado. Su conocimiento sobre la actividad portuaria lo llevó a la construcción de Puerto Caldera en Costa Rica y después, en asocio con los catalanes, hicieron TCBuen en Buenaventura. Invitado por unos bananeros de Urabá, se le midió a ser el promotor de Puerto Antioquia, por donde saldrán entre 7 y 8 millones de toneladas año de banano, plátano, cacao, yuca y otras mercancías. Fue este vallecaucano quien tuvo la visión y coraje para hacer realidad ese viejo anhelo paisa.
En Buenaventura, entre otras, construyó el Centro Comercial Viva y el Pacific Trade Center. Lo cierto es que, frente al temor y recelo del empresariado vallecaucano de medírsele a invertir a Buenaventura, Óscar ha llenado ese vacío y lo convirtió en fuente de oportunidades y de rentabilidad. Muchos coterráneos nuestros sienten a Buenaventura más cerca de África que de Cali y por eso un potencial de negocios y desarrollo queda huérfano de gestión, convirtiéndose en oportunidad para los más lanzados.
El más reciente logro de Isaza a través de su empresa PIO SAS es la adjudicación de la planta gasificadora. Así no dependeremos exclusivamente del gas que viene desde la Guajira, sino que llegará del exterior el gas líquido en grandes barcos a la bahía, se transportará en barcazas hasta tierra firme y en una planta en Buga se transformará hasta los gasoductos que le generarán confiabilidad al sistema.
Hace 8 años le escuché a Óscar ese propósito; leí entonces con tristeza las cartas de gremios vallecaucanos oponiéndose a tan importante propósito, clave para la competitividad regional. Eran los intereses particulares por encima del interés general, pero por fin, y una vez más, la visión y la tenacidad de Óscar Isaza venció el escepticismo. Sin duda lo que ha hecho Isaza amerita un capítulo en la historia empresarial de la región; un capítulo sobre esos empresarios hechos a pulso, desafiantes frente a los obstáculos y las envidias, pero generosos con sus raíces a pesar de volar globalmente.
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