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‘La junta’, de luto
Aprender de nuevo a acostumbrarse, a mirar esa silla que no volverá a ocupar, ese abrazo que no se volverá a sentir, esa ausencia -presente- que en un instante se convierte en recuerdos, ese apretar de nuevo al corazón para seguir adelante y encontrar de nuevo la risa embolatada por la tristeza filuda del adiós.
Hace más de diez años nos reunimos, jueves sagrados, para retroalimentar la amistad y compartir carcajadas e irreverencias. Ya todas en una edad en que los tapujos, las apariencias, los secretitos engavetados en algún rincón del alma por el temor al ‘qué dirán’, y el temor de decir lo que pensamos, pasaron al archivo, con el resultado delicioso de una autenticidad auténtica, y valga la redundancia.
Entre todas sumamos no solamente años, sino experiencias únicas, caminos de vida complejos, transitados todos con valentía y agallas, equivocaciones, aciertos, dolores, ilusiones y fracasos. Cada una es una enciclopedia vital e inagotable, cada jueves es único y diferente.
No se trata de un grupo de lectura, ni un grupo de cine, ni un grupo de historia. No queremos que nos enseñen nada, queremos gozar de la amistad y compartir lo que nos dé la gana. El pretexto es ‘jugar’, término despreciado por ‘elitista’, o ‘reunión de viejas sin nada que hacer’. Todas han aportado experiencias valiosas a su entorno, han hecho camino al andar y han dejado, y siguen dejando, huella.
Nos llamamos ‘La junta’. El nombre salió solo, cuando a una de ellas, mujer importante, la llamaban, ella contestaba educadamente: “Le devuelvo la llamada después, estoy en una junta”, al colgar, carcajada limpia. Pero pensándolo bien, sí estamos en la junta más importante de la semana: la de encontrarnos, retroalimentarnos y divertirnos. Compartir ese amor importante, intangible e incondicional que es la amistad.
Ya cuatro se han marchado, nuevas dimensiones, dolorosas despedidas. Aprender de nuevo a acostumbrarse, a mirar esa silla que no volverá a ocupar, ese abrazo que no se volverá a sentir, esa ausencia -presente- que en un instante se convierte en recuerdos, ese apretar de nuevo al corazón para seguir adelante y encontrar de nuevo la risa embolatada por la tristeza filuda del adiós.
Este martes es la misa de despedida de María Clara, amiga de infancia, de aventuras colegiales, columpios de vuelo, adolescencia, adultez, hijos, nietos, senderos de espinas y jardines floridos… todo un viaje. Caminos diferentes, amistad eterna. Me cuentan que su adiós fue tranquilo, como entrando “a un sendero claro”.
‘La junta’ de luto. Tantos momentos compartidos; ya habíamos despedido a Haydee, María Cecilia, y a Gloria (el lobo). María Clara las buscará para formar poco a poco una nueva junta en una nueva dimensión.
Ya nos iremos despidiendo una a una, pero los momentos compartidos y por compartir seguirán siendo nuestro mayor tesoro espiritual. Seguiremos haciendo ‘camino al andar’, enriquecidas por ese camino que ya no volveremos a andar, como el viaje a Itaca, enriquecidas por lo ganado en el camino. Cada vez más comprendemos el sentido de las Itacas. ¡Un adiós temporal!