Columnistas
La trocha destapada de la desaceleración
Aunque el Gobierno puede decir que está realizando las transferencias monetarias a los más pobres, la plata grande no se mueve, por la inejecución.
El Dane reveló recientemente el dato del Producto Interno Bruto para el tercer trimestre de este año, el cual quedó en el -0,3 %, hecho que no se daba desde el año 2020. Esta realidad no fue sorpresiva, puesto que la tendencia de desaceleración que venía presentando el país iba anunciando la pronta llegada a los números en rojo.
Lo verdaderamente preocupante no es el resultado en sí mismo, sino la pregunta que se deben estar haciendo la mayoría de los colombianos: ¿Y qué vamos a hacer para contrarrestar esta situación? La respuesta no parece tan clara hoy en día. Existen fuertes y oscuros nubarrones que no nos dejan ver el futuro con claridad.
El primero de ellos —aunque la inflación ha venido cediendo— lo determinará el incremento al salario mínimo. Si el Gobierno Nacional sube por encima de la inflación menos productividad, vamos a tener nuevamente una presión inflacionaria en nuestra economía. El salario mínimo indexa la gran mayoría de valores que se ajustan año a año, lo que podría ocasionar que el Banco de la República no suavice las tasas de interés, al observar que no cede la presión alcista de la inflación.
A renglón seguido, y con una conexión innegable con el punto anterior, está la incertidumbre que genera el tránsito por el Congreso de las reformas sociales. La semana que acaba de pasar presentaron ponencia para primer debate de la reforma laboral. De avanzar y ser sancionada esta reforma, los costos laborales que conlleva seguirán empujando la inflación y, peor aún, va a causar, según los gremios, la pérdida de 450.000 empleos formales. La reforma a la salud avanza en la Cámara en su discusión, y en esta oportunidad aprobaron ya algunos de los artículos polémicos, como el de la creación de los Centros de Atención Prioritaria, que, a juicio de muchos, va a politizar la salud, pues es por donde se va a iniciar la atención del paciente y dependerán de las alcaldías y gobernaciones. La economía necesita reglas claras para poder crecer, para poder atraer inversión, pero la incertidumbre, e incluso la zozobra que produce la posible aprobación de estas reformas, no ayuda a que salgamos de la desaceleración que ya se tornó en decrecimiento.
El tercer punto también tiene relación con el anterior, y es la inseguridad, la cual se ha venido acentuando en todo el país. En las últimas elecciones regionales este era uno de los puntos que más les preocupaba a los ciudadanos, siendo, en algunos casos, mayor al 50 % de los encuestados. Sin seguridad no hay confianza inversionista y, obviamente, se contrae el crecimiento económico.
Para rematar, el Gobierno Nacional ha tenido una baja ejecución presupuestal. Cuando una economía tiene una desaceleración que se vuelve tendencia y pasa a estar en rojo, muchos economistas sugieren la fórmula keynesiana, en donde el Estado debería intervenir la economía, invirtiendo o gastando. En nuestro caso eso no está pasando, y aunque el Gobierno puede decir que está realizando las transferencias monetarias a los más pobres, la plata grande no se mueve, por la inejecución.
Lo cierto es que parece que el país dejó de transitar por la autopista del crecimiento y se metió en la trocha destapada de la desaceleración. El Gobierno tiene el desafío de contrarrestar esta situación y para ello —así parezca sencillo, obvio y tal vez poco probable— debe tomar el camino correcto, contrario al que acabamos de describir.