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Manizales beso tu nombre…

Faro de Colombia enclavado en los riscos, que de indomables se han convertido en paraíso, polo turístico y cultural.

14 de enero de 2025 Por: Aura Lucía Mera
Aura Lucía Mera
Aura Lucía Mera | Foto: El País.

Ese himno de Manizales llega al corazón. Su letra, autoría del poeta Eduardo Carranza; su música, de José Rozo Contreras. Un aire marcial que los manizalitas entonan con pasión y reverencia. Aman su ciudad. La cuidan. Tienen sentido de pertenencia sobre ella.

Este ‘Nido de Águilas’, fundado en 1849 por colonos antioqueños, se ha convertido con los años en una de las capitales más prósperas del país. Industria, comercio, calidad de vida.

Sus barrios modernos enclavados en las faldas de la montaña. Una arquitectura moderna con ventanales que se abren a paisajes nunca vistos, bosques de yarumos, acacias, siete cueros, arrayanes, palmas de cera, cedro negro, pinos nativos, helechos gigantes, orquídeas, atardeceres dorados.

Ciudad que amplió su área metropolitana a Chinchiná, La Enea, Villamaría, esta última que alberga uno de los sitios turísticos más bellos de Colombia: los Termales del Otoño, con sus piscinas que bajan del Nevado del Ruiz, sus cabañas enmarcadas entre jardines que quitan el aliento.

Ciudad universitaria, con centros docentes de primera categoría, jardines botánicos, parques, bibliotecas, gastronomía internacional, el famoso y único Centro del Pensamiento.

Ciudad cultural con sus festivales de Teatro, de Poesía, su Feria del Libro, su sede de exposiciones internacionales, su Feria con el reinado internacional de belleza, conciertos, desfiles de carrozas y su Feria Taurina.

Feria única, desde la estructura de su Plaza, que fue construida hacia el fondo de la tierra. Celebró ya sesenta años. Llena siempre hasta las banderas, tendido para jóvenes aficionados, público respetuoso, más que corridas de toros, cada tarde es un ritual en el que participan autoridades cívicas, militares y religiosas

El Festival nocturno en honor de la Virgen de la Macarena, con sus farolillos encendidos, la procesión presidida por el arzobispo, sus palabras, el alcalde. Una ceremonia de contenido espiritual, honrando al mítico Dios Tauro de la prehistoria y sus lidiadores.

Espectáculo en que la vida y la muerte se dan la mano, sin guiones ni trampas. Un ballet donde se fusionan el poderío de ese animal salvaje y misterioso y el arte de la lidia.

Ese respeto del público, ese silencio cargado de emociones y esos Oléees y palmas que salen de las gargantas cuando sale una tanda de naturales perfecta.

Asisto desde hace años. Cada vez amo más esa ciudad, la amabilidad de sus gentes, la cordialidad, la espontaneidad y sobre todo el amor por su tierra.

Tenemos mucho que aprender de su civismo, su entusiasmo por hacerla progresar, por cuidarla y quererla.

Manizales. Faro de Colombia enclavado en los riscos, que de indomables se han convertido en paraíso, polo turístico y cultural.

Manizales. Beso tu nombre, como encabeza su himno que llega al corazón.

***

Posdata: La Feria Taurina de Manizales jamás se acabará porque forma parte de la esencia de su ciudad y porque los manizalitas son berracos para defender sus tradiciones. De raca y mandaca, como se dice. Si fueron capaces de fundar una ciudad en esos riscos y convertirla en el Vari de Colombia, no se van a arrugar porque unos antitaurinos politiqueros la quieran prohibir. Amanecerá y veremos.

Me quito el sombrero ante Cormanizales. Honestidad, pasión, disciplina. Aficionados de toda Colombia, Ecuador y Perú. No vamos a permitir que nos quiten ese ritual. Y en Cali tampoco. Seguiremos asistiendo, lanzando olés y batiendo palmas.

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