Opinión
Mi amiga Fanny
Sé que Fanny está feliz. Solamente tengo agradecimientos para ella, sus diagnósticos médicos me ayudaron muchísimo con la salud de mi familia.
Fanny Lechter se fue al mundo de la luz, donde no hay dolor, ni odios ni rencores. Alumna brillante, filósofa de la Sorbona, médica y psiquiatra de la Universidad de Stanford. Emigró a Estados Unidos y tuvo una familia de dos hijos hombres, destacados profesionales, pero le faltó una hija mujer, o una nuera que practicara la ética del cuidado y que no la dejara sola en el ocaso de su vida.
Se fue a enfrentarse con esa dura sociedad donde todo es plata, donde no hay un árbol de mango en la calle que deje caer sus frutos en la acera. Donde los inviernos con pocas horas de luz de día y largas noches achican el alma. Qué duro es levantarse solo y mirar por la ventana hacia un paisaje sin vegetación ni verde.
Y como me dijo en algún momento un amigo: porque no cortan esas chamizas que cubren el horizonte, pero las chamizas toman un tiempo en florecer y los primeros días de abril son apenas el principio de la primavera cuando uno busca desesperadamente ver por el vidrio de la ventana esos cogollos de hojas verdes y de pronto las primeras flores. Fanny no logró verlos, le pudo la soledad y el abandono. Me llamó en abril, una llamada perdida. Luego le escribí para que revisara mi artículo sobre el Liceo, nuestro colegio de infancia, pero no respondió, ya estaba en el camino al otro mundo.
Sé que Fanny está feliz. Solamente tengo agradecimientos para ella, sus diagnósticos médicos me ayudaron muchísimo con la salud de mi familia. Tuvimos conversaciones intensas de nuestras vidas, nuestros sueños: algunos realizados, otros no. Desde chiquita Fanny fue mi ángel de la guarda. Cuando me quebré la pierna a la edad de 8 años, en ese accidente de carro que marcó mi vida, Fanny iba religiosamente todas las tardes a ponerme al día para que no perdiera el año. Luego nos distanciamos un poco, cuando me fui a estudiar a Suiza, pero nos volvimos a encontrar ya casadas. Fui a San Diego a visitarla y compartimos con ella y su esposo muchas veces en Colombia, en Londres, en California...
Le brindó la oportunidad de viajar a una niña muy pobre para que fuera a trabajar con ella a USA y eso le cambió la vida. Apoyó la eco-aldea de las mujeres como lo han hecho mis otras compañeras de colegio con enorme generosidad. Opinaba inteligentemente sobre mis artículos. Iba a venir a Cali en julio para su cumpleaños, a su Cali que ella tanto añoraba, pero ya Fanny se fue y allá en esa otra vida de luz, donde no hay dolor, estará con su hermano Anam, sus padres don José y doña Ita y sus hermanos Rubén y Aby. Sembraremos un caimo blanco en su memoria, esa fruta melosa de pepa negra que a ella le gustaba. Será en el jardín que tantas veces recorrimos juntas.