Dos opciones explosivas
Una presidencia del ingeniero Rodolfo Hernández sería una mayor fuente de incertidumbres económicas, sociales y políticas que una de Gustavo Petro. En ese pintoresco personaje todo es improvisado y elemental, empezando porque no hay dónde ponerlo ideológicamente.
Como el 70 % del electorado votó por un cambio por fuera de la política tradicional, lo que se debe definir sin prejuicios el 19 de junio es quién, entre Gustavo Pedro y Rodolfo Hernández, propone un cambio más responsable, más ajustado a la solución de los reales problemas nacionales y más acorde con las realidades políticas, que obligan a sentar a la mesa a todos los adversarios para garantizarlo dentro de las normas de cortesía, de la ley, del respeto por la separación de poderes y de la participación democrática. Pero, sobre todo, quién tiene el reconocimiento popular, la capacidad política, la formación académica, el conocimiento de las necesidades populares y del funcionamiento de las fuerzas grises del poder parlamentario. O sea, el perfil de un político experimentado no de un empresario exitoso. De Gustavo Petro, no de Rodolfo Hernández
Ambos son oficios con competencias y habilidades distintas. Y si existe entre los dos una identidad en muchos de sus planteamientos, su conocimiento de ellos, la extensión en el tiempo de sus proyectos políticos, sus soluciones y la manera de lograrlas son bien distintas. Toca mirar con cabeza fría, lejos de la manipulación propagandística, de los falsos temores, y de las ‘fake news’, quién podría hacer mejor esa tarea inaplazable.
Una presidencia del ingeniero Rodolfo Hernández sería una mayor fuente de incertidumbres económicas, sociales y políticas que una de Gustavo Petro. En ese pintoresco personaje todo es improvisado y elemental, empezando porque no hay dónde ponerlo ideológicamente. Parece un empresario neoliberal de derecha, con una concepción absoluta del poder presidencial, pero la enumeración de sus posiciones políticas, lo colocan en la centro izquierda: matrimonio igualitario, adopción de hijos por parejas homosexuales, apoyo al aborto legal, legalización de la mariguana recreativa, no al ‘fracking’, no a la aspersión de cultivos con glifosato, no a la intervención del Esmad en manifestaciones, no a las políticas neoliberales en el campo, implementación del acuerdo de paz, conversaciones con el Eln, relaciones con Venezuela.
Un ideario que incluye todo lo que rechazan ideológicamente el Partido Conservador y el Centro Democrático, cuyos integrantes, que se han pasado en cerca de la mitad a la candidatura de Hernández, al parecer no han leído. Esa adhesión forzosa deja a muchos electores de derecha en la incómoda posición de votar en blanco o por una persona que cree en todo lo que sus conciencias rechazan. Y a los partidos del goleado Equipo por Colombia, rechazados por Hernández, en el aire. Sin contar que con su llegada espantan a los electores de Hernández que votaron precisamente contra ellos.
Gustavo Petro ha sido un creciente fenómeno de masas. Ha ido atenuando y refinando sus propuestas desde una izquierda un tanto romántica, muy peligrosa y bastante fracasada, hacia una concepción social demócrata. Una política de avance de la justicia social sobre la base del estímulo al progreso empresarial que permita a través de un eficiente cobro de impuestos a quienes más tienen y su correcta inversión, la construcción de una sociedad más equitativa. Nada más alejado de una revolución violenta, o de la destrucción del aparato productivo. En la difícil decisión de escoger entre las opciones disponibles, con esas personalidades tan explosivas, esa es la mejor.