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La vida y la muerte

A veces vamos tan adormecidos por el camino que nos hace falta un sacudón cercano para entender que el calendario nos tiene un principio y un fin.

25 de febrero de 2023 Por: Paola Andrea Gómez Perafán

...De vez en cuando la vida
toma conmigo café.
Y está tan bonita que da gusto verla.
Se suelta el pelo y me invita
a salir con ella a escena...

De vez en cuando la vida nos sacude y da un estartazo tan fuerte que nos deja en shock. Es una manera de recordarnos lo que nunca debemos olvidar: estamos aquí de paso y lo único que tenemos seguro al nacer es la muerte.

De vez en cuando la vida nos sorprende y se lleva a alguien que amamos, con quien compartimos, sino todos, la mayoría de nuestros días. Nos ocurrió en la tarde del domingo pasado, a quienes vivimos en este diario: de repente un periodista emblema de la región, editor de economía de El País, se desplomó al llegar de un paseo, justo en la entrada de la casa de su novia, y murió. Su nombre era Henry Delgado Henao, tenía 57 años, acababa de cumplirlos, y tenía además de nuestro amor y respeto, el de tantos que lo conocieron.

La vida y la muerte, como en el ‘Romance de Curro El Palmo’, la bella canción de Serrat, van de la mano, y nos reafirman en el amor sin el que
es imposible entender el despertar. Y ‘de vez en cuando la vida’, otra poesía del gran Joan Manuel que disfrutaba nuestro Henry, nos evoca el valor de lo simple y hermoso a la vez; de ‘aquellas pequeñas cosas’, para seguir abrazando esas letras, que al escuchar desde adentro son una forma de exorcizar las heridas, y en este caso son una plegaria para decirte: hasta siempre, ‘Hendel’.

‘Cuando un amigo se va’, como diría otro grande, Alberto Cortez, y como se fue nuestro amigo, de manera fulminante, cuesta levantarse. Pero la sanación está en ese montón de recuerdos y enseñanzas que nos permiten despertar de la tristeza para añorar la alegría que fue el tenerlo, remembrar su risa, su humor cáustico, su invitación al chontaduro de la tarde, o su ‘tengo la de abrir’ con que anunciaba sus noticias.

Se nos fue Henry, como se nos van a diario personas que amamos, a usted, a mí, a todos, pero nos dejan tanto por qué agradecerles, que quizás al derrotar las lágrimas eso sea lo que debamos guardar en el espacio vacío que queda.

Al regresar del adiós, al volver a la vida que sigue encendida, vale la pena reafirmar algo tan sencillo, resumido en una frase que alguna vez Juanes también nos recordó: ‘la vida es un ratico’. Y es el más bello regalo si así la vemos.

Que el sol brilla y es un milagro diario; que la luna aparece en el firmamento y es tan lindo verla si así lo decidimos; que la sonrisa de los nuestros es poderosa e ilumina el alma, como lo son también los abrazos.
Y que estamos aquí para vivir y servir. No para acumular bienes y correr bajo la premisa del éxito medido en títulos, cargos, dinero y aquello que ambicionamos de manera genuina, pero que en ocasiones nos hace olvidar la esencia.

Es bello irse siendo reconocido por tanta gente, como le ha ocurrido a nuestro compañero. Pero más bello aún si honramos su memoria, y la de tantos, con la generosidad para dar a manos llenas. Y siempre, siempre, dar gracias a la vida.

A veces vamos tan adormecidos por el camino que nos hace falta un sacudón cercano para entender que el calendario nos tiene un principio y un fin. La vida y la muerte van de la mano, y no vale la pena dejar que se nos vaya la primera de las manos sin hacer nada por ella. O morir en vida porque renunciamos a la esperanza, a las ganas de devorarnos el mundo, en el mejor de los sentidos.

De vez en cuando la vida nos presta unas líneas para detenernos a pensar en lo realmente valioso. Y ese es también un regalo adelantado que nos da la muerte. @pagope.

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