Pecadores sí, corruptos no

Inicio hoy mi opinión con esta frase que puede traer mucha discusión, pero qué bueno que nos lleve a reflexionar en serio y profundamente, de tal manera que llegue hasta nuestra conciencia en donde encontremos la esencia espiritual que nos hace verdaderamente humanos y por supuesto auténticamente cristianos.

Dice el papa Francisco en su escrito denominado ‘El nombre de Dios es misericordia’ que: “La corrupción es el pecado que, en lugar de ser reconocido como tal y de hacernos humildes, es elevado a sistema, se convierte en una costumbre mental, una manera de vivir”. La persona corrupta no siente la necesidad del perdón y de la misericordia, sino que justifica como justo lo que hace, los otros son los malos. Esto es lo que estamos viviendo en el mundo actual, y podríamos decir que es por falta de sentido de trascendencia, de espiritualidad. Pecado y corrupción son realidades distintas, relacionadas entre sí.

Al corrupto lo vemos y lo sentimos sin humildad, no se considera que necesita ayuda y lleva una doble vida. Mirando el Evangelio podemos ver que pueden existir grandes pecadores y, a pesar de ello, no han caído en la corrupción. Oservemos las vidas de Zaqueo, Mateo, La Samaritana, Nicodemo, el buen Ladrón, ¿y sabe por qué?, en sus corazones, ellos tenían algo que los salvaba de la corrupción. Estaban abiertos al perdón. El corrupto, en cambio, oculta lo que considera su auténtico tesoro, lo que le hace esclavo, y enmascara su vicio con la buena educación, logrando siempre salvar las apariencias.

Al observar nuestros pueblos de América Latina, desde la actual transformación, la Iglesia a la luz del Concilio Vaticano II, en su reunión segunda del episcopado latinoamericano en Medellín 1968, centró sus reflexiones esencialmente en la promoción humana; desde este tiempo se observa la importancia de los medios de comunicación para lograr la verdadera promoción humana del hombre y de los pueblos de Latinoamérica.

En 1978 en Puebla de los Ángeles se efectuó la III conferencia episcopal, donde en su primera parte: Visión pastoral de la realidad latinoamericana, se mira con profundidad las razones y sus raíces de lo que acontece y viven estos pueblos y se pasa a la segunda parte: Designio de Dios sobre la realidad de América Latina, El Salvador y el liberador que anuncia la evangelización y habla del hombre renovado en Jesucristo, para finalizar el documento en las opciones, teniendo como más importante la opción preferencial por los pobres y los jóvenes.

En 1992, terminada la cuarta conferencia del episcopado Latinoamericano en Santo Domingo, que tenía el lema ‘Jesucristo, vida y esperanza de América Latina y del Caribe’ con sus tres líneas fundamentales de la nueva evangelización, donde los laicos y las comunidades eclesiales de base asumen gran importancia. La promoción humana, toma como líneas prioritarias los derechos humanos, la ecología, trabajo, movilidad humana, el orden democrático, nuevo orden económico.

En columna anterior, hablaba del talante del político para liderar transformaciones necesarias que exigen los pueblos en el uso del poder en la búsqueda del Bien Común. Y ahora pienso en los pastores de las Iglesias que son llamados a ser verdaderos profetas, que anuncien la voluntad del Creador sobre el hombre y denuncien sus pecados. Que se arrepientan del mal obrar y no se resbalen por la empinada cuesta del corrupto, el cual se encierra y se sacia en la satisfacción de su autosuficiencia que no se deja cuestionar por nada ni por nadie. Construye su autoestima basada en actitudes mentirosas, fraudulentas: pasa la vida en mitad de los atajos del oportunismo, a expensas de su propia dignidad y de la de los demás.