Opinión
Petronio, la Casa Grande
No es fácil estar ahí, ellos lo saben. Pisar la tarima de Petronio es una distinción. Y al ver y escuchar a los participantes, uno entiende tantos esfuerzos y exigencia.
...Y somos del mar, y somos del río, y somos de la tierra viva del Pacífico...
Es jueves, en la Unidad Deportiva Alberto Galindo, sur de Cali, que para el mes de agosto se transforma en la Ciudadela Petronio: una poderosa caja de música que se abre de manera mágica en un fin de semana con puente del octavo mes. Solo se silenció cuando el mundo cambió su rutina por la pandemia. Este año, la cuerda de esa cajita musical de antaño está aceitada y muy afinada para adobar, desde muy temprano, la cotidianidad de los hogares de quienes vivimos muy cerca. Hasta ahí llegan los acordes de los grupos que ensayan para embriagar de folclor la capital del Pacífico Colombiano.
El Festival de Música Petronio Álvarez, la Casa Grande, está de puertas abiertas y con él la alegría de un pueblo que rinde culto a sus sentires, a su tradición. Es como si todo el Litoral se transportara a la ciudadela y desde ahí le contara a Cali, al país, que lo suyo es sabrosura, creación y tradición.
Pocas fiestas reúnen a tantos como esta. Hay quienes aseguran que se ha vuelto más popular que la Feria de Cali. Les abrigan razones si vemos que es un solo sitio el que destella tanta vibración. La ciudad se siente viva, radiante y es como si de alguna manera exorcizara sus dolores con arrullos y ‘alabaos’ nacidos a las orillas del mar, del río.
Recorrer Petronio es apasionante. A la izquierda del ingreso aparecen las creaciones de los expositores que vienen al Festival a mostrar con orgullo sus productos. Vestidos de Brasil, filigranas del Cauca, collares y accesorios del Chocó, de Cali, de Nariño. Un espacio para las trenzas, los pañuelos y el look del Festival. Todo bello y organizado.
Al otro lado, el derecho del ingreso, está la tarima Cali Afro en la que grupos invitados ponen a gozar a los visitantes. La gente se emociona, esa noche de jueves, con un coro ya universal que dice “mete la mano, saca y huelé”. No es fácil mover las caderas como quienes tienen la semilla negra en su cuerpo. Algunos lo intentan, otros admiran.
Unos pasos más adelante está el pabellón de comida y las mesas grandes que unen a tantos comensales. Son 180 portadores de la tradición que allí ofrecen el pescao frito, la empanada y papa rellena con frutos del Pacífico, el arroz mixto, la lulada, el guarapo, el champús. Ni se le ocurra pedir una cocacola. Para el que va de rumba están los puestos de bebidas ancestrales, de viche, arrechón, tumbacatre o bebidas frapeadas. Ahí se aperan los que caminan rumbo a la gran tarima donde las 44 agrupaciones participantes del concurso, el corazón del Festival, lo dan todo para llevarse el Bombo Golpeador, máximo trofeo del evento, en las categorías de Violín Caucano, Chirimía de Flauta y Clarinete, Marimba y Libre.
El canto con que inicia esta columna lo interpretó el grupo Tierra Negra de Esmeraldas, Ecuador. No es fácil estar ahí, ellos lo saben. Pisar la tarima de Petronio es una distinción. Y al ver y escuchar a los participantes, uno entiende tantos esfuerzos y exigencia.
Esta noche finaliza el concurso y la fiesta en la Casa Grande tendrá al Grupo Niche como invitado especial, con un repertorio Pacífico, de las muchas creaciones que el maestro chocoano Jairo Varela le regaló a la música. Será el gran cierre musical del evento. Con salsa y golpe de currulao.
Mañana, los sabores del Pacífico y las artesanías estarán aún ahí, para sus visitantes. Así culminará un evento que enorgullece y dignifica la grandeza de nuestra cultura negra. Lo hicimos de nuevo. Y qué bello resultó. @pagope