Columnistas
Psicología, ¡gracias!
El sufrimiento no se puede evadir, pero sí se aprende a manejar, no siempre necesitando medicamentos. Hay que aprender a vivir en un nuevo mundo, con nuevas herramientas y nuevos saberes.
Esta semana se celebran el Día de la Psicología (ayer 20 de noviembre) y el Día de Acción de Gracias (jueves 23 de noviembre), una coincidencia afortunada para reunir dos herramientas sanadoras en la construcción de la salud mental colectiva. La psicología está llamada a subsanar todos aquellos vacíos educativos, familiares y sociales que una cultura demasiado racional y autoritaria no logró acomodar. Hoy está al servicio de la vida, debe ser utilizada para crear posibilidades, para reeducar en valores y creencias caducas que no se ajustan a la realidad actual.
Para muchas historias de vida representa una opción diferente, la esperanza de que se puede vivir con autonomía, libertad y respeto. Por ello no soy muy partidaria de esa psicología que, en cumplimiento de una rigidez científica, prioriza diagnosticar y encasillar al paciente con esquemas terroríficos (bipolar, déficit de atención, psicótico, depresivo, etc.), sino su misión debería ser despejar el camino para crear conciencia de que hay otra opción, otra oportunidad, otro comienzo. El sufrimiento no se puede evadir, pero sí se aprende a manejar, no siempre necesitando medicamentos. Hay que aprender a vivir en un nuevo mundo, con nuevas herramientas y nuevos saberes. Su tarea prioritaria es enseñar a vivir, manejar las dualidades, buscar el equilibrio.
Buscar el equilibrio, qué importante, qué sanador. El Kybalion expresa “como es arriba es abajo, como es adentro es afuera”. Contribuiría exponencialmente a un mejor mundo si lográramos encontrar equilibrio en las posturas, en las ideas, en los hechos. No fuimos educados para ello, pero hay que intentar salir de la dualidad. La polarización ‘se cuenta un cuento’ ilusorio e infantil: tan distintos que somos para esconder ‘qué tan parecidos somos’.
Y está la gratitud, esa bellísima emoción que cuando se manifiesta nos reivindica como seres humanos. Una persona agradecida exhala una luz diferente, su vínculo es amable, su trato cordial, hay una actitud compasiva (no lastimera) hacia el otro. Quien es agradecido no juzga, solo valora lo que le llega, acepta el devenir de los acontecimientos sin culpar a otros de lo que vive. Hay que corregir, hay que cambiar, pero todo en la vida es un aprendizaje.
Todo tiene que ver con todo, somos parte de un universo y todas las acciones están ligadas y significan. Es posible que estemos aprendiendo a nivel individual, pero a nivel colectivo pareciera que nos faltan ‘años luz’. No hay la conciencia de lo colectivo, solo me miro a mí mismo y a los ‘míos’, los demás son ‘enemigos’ y no tengo nada que agradecer de sus vidas, a pesar de lo que enseñan desde lo diferente. Sin embargo, quien practica la gratitud no puede ser violento.
Entonces, ojalá el jueves pudieras hacer la tarea de revisar qué tantas emociones, hechos, situaciones, tienes por agradecer. Créeme, es un ejercicio de salud mental, un reconocimiento interior que genera paz y tranquilidad. Y si ese momento lo compartes con gente querida, cercana, si le enseñas a los niños el agradecimiento como forma de vida, está probado que la gratitud es una ‘onda’ que se extiende casi dos metros y ‘contagia’ armonía. En el mundo emocional (lo dice la psicología) hay herramientas sanadoras que vale la pena explorar. No lo olvides, esta semana, Psicología y gratitud a su alcance.
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