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Sin palabras

Fidel Castro en Cuba instauró un sistema represivo que coartó los derechos civiles y políticos con ejecuciones, golpizas y confinamientos en condiciones inhumanas.

26 de octubre de 2023 Por: Helena Palacios
Helena Palacios

Ante las aterradoras imágenes que el mundo ha presenciado en tiempo real en torno a la población civil de Ucrania, Israel y Palestina, parece no haber lugar para la esperanza cuando entre los escombros se hallan niños que han perdido sus vidas, y padres que intentando protegerlos yacen a su lado. No hay palabras para explicar lo inexplicable y nada lo justifica.

Los avances de la humanidad y la tinta que ha corrido acerca del respeto a los derechos humanos no ha impedido la hecatombe en diversos puntos cardinales. Como espectadores legos en sociología y ciencia política, intentamos despejar la bruma de la historia a fin de comprender desde qué temible mentalidad o política se incuban las confrontaciones y guerras que terminan sacrificando hasta a los propios ciudadanos y a inocentes de la oposición.

Si se pone uno a ver las consecuencias de ideologías en que se embarcan gobiernos u organizaciones combatientes, se encuentra con que muchas de ellas hicieron más mal que bien a la humanidad que le toco en suerte padecerlas. Buena parte de ellas provienen de líderes que radicalizaron sus criterios bajo el convencimiento de que los suyos eran los únicos correctos, sin ninguna otra consideración o razón, ni voluntad de escuchar, camino propicio al falaz argumento de que el fin justifica los medios.

Muestra de ello son los desastres ocasionados por Mao Tse Tung en la China, en su ‘salto adelante’, que llevaron a la hambruna y muerte a millones de chinos; o Stalin en Rusia, por su régimen y purgas entre los miembros del partido comunista, miles de personas morirían; Fidel Castro en Cuba instauró un sistema represivo que coartó los derechos civiles y políticos con ejecuciones, golpizas y confinamientos en condiciones inhumanas. Si tuvieron objetivos supuestamente sociales, por su sociopatía o como se llame su trastorno, prepotentes e insensibles, eso sí, se entronizaron durante años.

A pesar de ello, sus ideologías de cabecera influyeron en otras latitudes y lograron adeptos adoctrinados que dejaron una estela de crímenes, desplazamiento y miseria. Así, florecieron las guerrillas del Epl, Eln, M-19 y Farc, que en lugar de aportar a la sociedad, integraron junto con la barbarie del paramilitarismo y el narcotráfico, el cuadro del infortunio del país.

Otros partidos extremistas o grupos terroristas de distinto origen y pelambre, azotan al medio oriente y occidente, dejando a su paso desoladores panoramas, como el de los ataques a las Torres Gemelas, o recientemente los de Israel y la Franja de Gaza. Han sido movimientos insuflados por caudillos que buscan el aniquilamiento total del otro y así lo rezan, por motivos que creen justifican su proceder.

Revoluciones y vueltas de tuerca de la política lanzan a muchos con humos de emperador, delirantes y prepotentes, de los cuales son exponentes guardadas las proporciones, los tristemente célebres Hitler, Putin, el ayatolá Jomeini, Trump, Ortega o Chávez, cuyas narrativas calaron en sus pueblos. No leer a tiempo sus laberínticas personalidades y objetivos es el fracaso y responsabilidad de sus seguidores, electores y Organismos internacionales.

Con cada elección popular está en juego la honestidad, la democracia y el equilibrio en la administración y gobierno de una Nación. Es necesario, por lo tanto, escoger candidatos que respondan a esos valores y prevenir el ascenso de quienes los pongan en riesgo.

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