Columnistas
¿Y el cambio de Petro?
Aún con todos los diagnósticos sesudos que han hecho los analistas, no deja de sorprenderle a uno que un político tan curtido como él haya cometido errores tan absurdos en solo un año
Casi un año después de haber llegado a la Casa de Nariño, la palabra que mejor define el gobierno de Gustavo Petro no es cambio. Es decepción.
Ese es el término que con mayor precisión refleja el sentir de millones de colombianos hoy. La sensación de decepción se palpa en cualquier conversación de pasillo, de esquina, de reunión familiar.
La lista de los decepcionados la encabezan miles de colombianos que no creían en Petro, pero que lo apoyaron solo para castigar a una derecha ya desprestigiada, la cual venía aun más desgastada por el mal gobierno de Iván Duque. La verdad es que aún con ese gesto frío y calculador de moneda lanzada al aire, todos ellos guardaban una pequeña esperanza de que con él quizá el país podía tomar un mejor rumbo.
Pero lo sorprendente es que detrás de ellos hay una enorme fila de ciudadanos que sí apostaron por la izquierda con total convicción y muy altas expectativas sobre Petro, y que hoy parecen cada vez más desencantados con él.
Para todos ellos, según indican los estudios de opinión, el cambio sigue siendo solo un concepto, mientras el país ha entrado en una suerte de estancamiento sórdido y sombrío.
Como fue evidente ayer, en la instalación del nuevo período de sesiones del Congreso, un año después Colombia sigue viendo al orador Gustavo Petro, experto en diagnósticos. Pero sigue esperando a que el Gustavo Petro Presidente, experto en soluciones, aparezca.
¿Qué le ha pasado a Petro? Aún con todos los diagnósticos sesudos que han hecho los analistas, no deja de sorprenderle a uno que un político tan curtido como él haya cometido errores tan absurdos en solo un año.
Por ejemplo, su falta de tino para elegir ministros capaces de ‘leer’ a este país y de sacar adelante su agenda de reformas con inteligencia y tacto político. La falta de ‘cancha’ fue la gran impronta del gabinete este año.
O su exceso de soberbia al sentarse a discutir asuntos tan espinosos como la salud o la reforma laboral, pretendiendo imponer a los demás una única visión de lo que se debe hacer.
Lo peor es que, con apenas un año de gestión, Petro ya carga el mismo estigma que manchó a sus antecesores. Hoy, entre miles de sus electores, hay una terrible sensación de asombro y ‘pena ajena’ por cuenta de escándalos como el de las ‘chuzadas’ en Palacio, los audios demoledores de Benedetti o el presunto tráfico de influencias de Irene Vélez, entre otras ‘perlas’.
Y a todo ello se le suma un extraño síndrome de ‘mareos’ súbitos, como los que uno siente al subirse por primera vez a un helicóptero, que ha confundido a algunos líderes muy respetables del Gobierno, llevándolos por momentos de la lucidez a la estupidez.
Para intentar ser justos hay que reconocer que a la derecha le tomó más de 200 años convertir a Colombia en el desastre que es hoy, por lo cual no se le puede pedir a la izquierda que alcance tal nivel de refinamiento en tan solo un año de gobierno.
Y para no caer definitivamente en la desesperanza es preciso ver el vaso medio lleno. A Petro le quedan todavía tres años para corregir y hacerlo bien.
Yo soy de los que espera que lo logre, porque creo que es lo que más nos conviene a todos. Pero ya es hora de que el Presidente entienda que hace un año terminó la campaña y estamos esperando que empiece a gobernar.