Crecimiento y elecciones
Por supuesto, se debe exigir que se haga lo que sea necesario para contener los estragos que deja la inflación en los bolsillos de las familias colombianas, así como en el combate a la corrupción que carcome el tesoro público, generando desconfianza y rechazo ampliamente justificados.
No obstante el escepticismo de algunos críticos, la economía sigue dando muestras reales de su fortaleza y de la capacidad de recuperación.
El crecimiento en el Producto Interno Bruto del 8,7% en el primer trimestre del 2022 es una demostración del impulso y el compromiso de los sectores productivos, todo ello acompañado de la estabilidad en las reglas de juego y con el acompañamiento de las medidas del sector público.
Por supuesto, aún no es el momento para cantar victoria ante los resultados que muestran las mediciones del Departamento Nacional de Estadísticas. Los daños que dejó la pandemia que obligó al cierre de la economía mundial, así como las dificultades para la reapertura plena del comercio global, aún no han sido recuperados en su totalidad.
Más ahora, cuando la inflación está golpeando los bolsillos de los consumidores, tanto en Colombia como en el resto del mundo, y la solución no parece cercana. De otra parte, el país atraviesa por un proceso electoral en el cual existen preocupaciones sobre lo que puede acontecer con la libertad de empresa, la propiedad y la actividad económica en general, debido a las propuestas del candidato que va adelante en las encuestas.
A pesar de ese panorama, la economía, es decir, la actividad de todos los sectores, está mostrando una fortaleza que hoy es reconocida como una de las de mejor comportamiento en el concierto internacional. Y no de cualquier manera: el comercio con un 15%, la manufactura y las actividades artísticas y culturales que demandan mano de obra intensiva fueron las tres actividades que más aportaron a la economía, con 5,5 puntos porcentuales.
Ello significa que existe capacidad y liquidez para seguir creciendo, algo que en un corto plazo debe reflejarse también en un impulso al empleo, lo que hasta ahora no ha mostrado el vigor que requiere el país para recuperarse del dramático impulso que en los dos años anteriores tomaron el desempleo y los índices de pobreza. Sin embargo, la reducción al 12,1% en el primero y al 45,5% del otro indican que estamos cerca de recuperar las cifras de antes de la pandemia, algo que no está sucediendo en la inmensa mayoría de los países.
Hay pues razones para creer en la capacidad de los colombianos para superar las dificultades, lo que permite anticipar que esa tendencia puede continuar. Por supuesto, se debe exigir que se haga lo que sea necesario para contener los estragos que deja la inflación en los bolsillos de las familias colombianas, así como en el combate a la corrupción que carcome el tesoro público, generando desconfianza y rechazo ampliamente justificados.
Pero hay que tener cuidado con lo que pueda pasar en la próxima elección presidencial. Entendiendo que Colombia necesita cambios en sus instituciones, todos debemos saber lo que está en juego con las decisiones que se tomarán el próximo 29 de mayo y obrar en consecuencia, sabiendo si queremos continuar por la senda del crecimiento que hace posible las soluciones o si optamos por una alternativa populista que a no dudarlo traerá incertidumbre, como ha ocurrido en nuestros países vecinos.