¿Democracia en peligro?
Un año después del ataque y la toma violenta del Congreso por seguidores del entonces presidente Donald Trump, Estados Unidos sigue dividido casi por la mitad acerca de la legitimidad de la elección de Joseph Biden.
Un año después del ataque y la toma violenta del Congreso por seguidores del entonces presidente Donald Trump, Estados Unidos sigue dividido casi por la mitad acerca de la legitimidad de la elección de Joseph Biden. Y la unidad que debería existir alrededor de la democracia padece los embates de una radicalización que ataca la base misma del sistema en un país que es modelo y sustento de la democracia en el mundo occidental.
Las imágenes de esa toma aún gravitan en la mente de los estadounidenses como algo jamás imaginado que se convierte en realidad. Miles de personas atacando a los pocos policías que defendían el edificio donde reposa el poder de un sistema parlamentario, y persiguiendo tanto al Vicepresidente como a los senadores que sesionaban para proclamar el triunfo de Biden que ya habían promulgado los sistemas electorales de los distintos Estados.
Minutos antes, el presidente en ejercicio y gran perdedor de las elecciones de noviembre había lanzado proclamas en una manifestación frente a la Casa Blanca en las que afirmaba que le habían robado la reelección, y arengas a sus huestes para que reclamaran de cualquier manera contra el despojo del cual era objeto. No le importó que en el posterior ataque se pusiera en riesgo la integridad de los senadores y de su vicepresidente, Mike Pence.
Desde ese momento se inició una investigación que ha llevado a centenares de los participantes en la asonada a los estrados judiciales, muchos de los cuales ya han sido condenados o han aceptado su responsabilidad ante la avalancha de pruebas en su contra. Y en la Cámara de Representantes avanza una investigación que puede terminar con la acusación formal a Trump por múltiples delitos, pese a que él parece ser la carta del Partido Republicano para las próximas elecciones.
Pero más allá de esos trámites administrativos, políticos y judiciales, crece la preocupación por la manera en que el 45% de los estadounidenses aún creen que existió el fraude que proclama el polémico expresidente. En otros términos, aumenta la desconfianza en el Estado y en el sistema electoral que ha sido utilizado durante tres siglos, en la ley como valor supremo de su país y en la justicia como árbitro de su sociedad.
De esa manera la democracia es atacada por el afán de imponer intereses personales y de partido por encima de la voluntad popular. Todo ello, aumentado por la multiplicación a través de las redes sociales del mensaje basado en noticias falsas, y no obstante los reiterados fallos de los jueces y los veredictos de las autoridades que rigen el complejo sistema electoral de ese país.
Como consecuencia, cada vez se escuchan más voces que alertan sobre el peligro que acecha a la democracia de los Estados Unidos. Por ello, el expresidente Jimmy Carter emite su llamado con palabras más que graves: “Nuestra gran nación se tambalea al borde de un abismo cada vez mayor. Sin una acción inmediata, corremos un riesgo real de conflicto civil y de perder nuestra preciada democracia. Los estadounidenses deben dejar de lado las diferencias y trabajar juntos antes de que sea demasiado tarde”.