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Editorial

El cese el fuego

El hastío de la guerra es cada vez más notorio.

23 de enero de 2025 Por: Editorial
Familiares y amigos de personas asesinadas y secuestradas por Hamas y llevadas a Gaza, uno de ellos con una fotografía de Romi Gonen, reaccionan a la noticia durante una reunión en Tel Aviv, Israel, el domingo 19 de enero de 2025. (Foto AP/ Oded Balilty)
Familiares y amigos de personas asesinadas y secuestradas por Hamas y llevadas a Gaza, uno de ellos con una fotografía de Romi Gonen, reaccionan a la noticia durante una reunión en Tel Aviv, Israel, el domingo 19 de enero de 2025. (Foto AP/ Oded Balilty) | Foto: AP

El cese el fuego bilateral alcanzado por el Gobierno de Israel y el movimiento Hamás, el grupo extremista proiraní que gobierna en la Franja de Gaza, es ante todo un soplo de paz para millones de personas que habitan en la región más convulsa del mundo.

No ha pasado un día en estos quince meses que lleva la confrontación, cuyos combates se han extendido a otros países como Libia e Irán, sin que haya un reporte de que decenas de mujeres y niños han fallecido o quedado gravemente heridos en incesantes bombardeos.

El cese el fuego contempla tres fases de 42 días en los que Hamás liberará a 33 rehenes israelíes y el Gobierno de Tel Aviv excarcelará a cientos de presos palestinos. Habrá además un repliegue del Ejército de Israel, mientras miles de desplazados regresarán a lo que queda de sus hogares en Gaza y recibirán ayuda humanitaria.

El hastío de la guerra es cada vez más notorio. Por eso esta tregua no solo la celebraron miles de ciudadanos en las azotadas calles de Gaza, presos de un grupo radical que los utiliza como escudo para evitar la andanada israelí, sino cientos de familias judías cuyos hijos engrosan las filas de las Fuerzas de Defensa del Estado judío.

Un mensaje que debe leer entre líneas una pasiva comunidad internacional que se sentó tibiamente como espectadora a ver la guerra en noticieros y a lamentar la cantidad de niños muertos y heridos, las mujeres mutiladas, las ciudades devastadas y a dos sociedades que siguen alimentando a diario nuevos odios.

Tan dolorosos como los ataques israelíes que han teñido de destrucción y muerte vastas regiones en Gaza fue la incursión terrorista de Hamás en territorio judío, que dejó más de 1200 muertos, centenares de heridos y alrededor de 250 personas tomadas como rehenes.

Pero este capítulo no puede ser eterno. No se trata de orgullos o de pretender tapar con muertos palestinos los errores que tuvo la Seguridad y la Inteligencia del Gobierno de Benjamín Netanyahu el 7 de octubre del 2023, cuando Hamás atacó por tierra, mar y aire.

Tampoco de ocultar que fue la acción demencial del grupo extremista apoyado por Irán la que desató, apelando a la legítima defensa, la respuesta militar del Estado israelí, que a la fecha deja cerca de 47.000 personas muertas y otros miles de heridos.

El cese al fuego pactado no es el fin de la guerra y seguramente está muy lejos de serlo, pero, por frágil que sea, es un gesto esperanzador para dos sociedades martirizadas en el pulso de dos fuerzas, independientemente de su legitimidad.

Por eso no debe haber duda en la presión que debe mantener la comunidad internacional, a través de los organismos multilaterales, para que las partes respeten al pie de la letra lo acordado.

De ello dependerá que este sea otro esfuerzo infructuoso por evitar que la guerra se radicalice en Oriente Medio o sea el primer avance para encaminar un cese al fuego definitivo que permita que israelíes y palestinos convivan con respeto en medio de sus diferencias.

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