Errores que lastiman
Cualquiera sea la explicación del lamentable montaje ocurrido en la Escuela de Policía de Tuluá, las autoridades de Colombia no pueden permitir que se repita una parodia en la cual se reviva a los autores de uno de los peores crímenes en la historia de la humanidad.
Por culpa de lo que parece ser una ignorancia sobre la historia, Colombia se vio envuelta en un bochornoso incidente que desencadenó el justo reclamo de Alemania e Israel, aliados cercanos a nuestra Nación. Aunque ya se presentaron las disculpas del caso, lo ocurrido daña la imagen de la Policía Nacional por la manera en que se llevó a cabo un evento que nunca debió ocurrir.
Se trata de la burda recreación del nazismo, de sus jefes y de su aterradora maquinaria de horror que se llevó a cabo en la escuela de suboficiales Simón Bolívar ubicada en Tuluá. Aún es inexplicable que una institución en la cual se debe educar ante todo sobre la democracia, la manera de promover la paz y la convivencia, el respeto a las diferencias y a los Derechos Humanos, sea sede de una recordación de la que fue causante de una guerra mundial que dejó sesenta millones de muertos.
Más aún, resulta extraño que una ‘semana de la internacionalización’ donde el invitado era Alemania, se hayan utilizado todos los símbolos del nefasto nacionalsocialismo, incluida la figura de Adolfo Hitler. Con ello no se hizo otra cosa que revivir en el corazón del Valle la masacre de seis millones de judíos asesinados en el medio de la locura antisemita de sus autores encabezados por quien fue el máximo cabecilla de la demencial embestida racista y criminal que se recuerde.
Como podría esperarse, Alemania e Israel presentaron su protesta inmediata contra lo ocurrido en la Escuela Simón Bolívar. Y las cosas tomaron tal impulso que en sectores importantes de la prensa y el periodismo mundial se divulgó la noticia, agregándole descalificaciones y calificativos que causan daño a la imagen de la Policía Nacional y del Estado colombiano. Resultados sin duda injustos que no responden a la filosofía, los principios y el rechazo al crimen que informan nuestra democracia y nuestras instituciones de gobierno.
Cabe preguntar por qué en Colombia, que nunca ha tenido que ver con hechos como los cometidos por el nazismo y siempre ha puesto de presente su característica de ser una nación abierta, respetuosa de las diferencias y defensora de los derechos humanos, se ve involucrada en un montaje tan lamentable. Y por qué fue posible realizarlo en la sede de una institución seria y comprometida con esos principios, de lo cual ha dado todas las pruebas posibles.
Ya se han tomado las decisiones disciplinarias del caso contra los oficiales que promovieron y permitieron el insólito espectáculo, la Policía, La Cancillería y hasta el presidente de la República han expresado su rechazo y presentado las disculpas que se requieren. De otra parte, las embajadas de Israel y Alemania han expresado su satisfacción por la reacción de las autoridades de nuestro país reconociendo que fue un error.
Pero el daño está hecho, y no se puede repetir. Cualquiera sea la explicación del lamentable montaje ocurrido en la Escuela de Policía de Tuluá, las autoridades de Colombia no pueden permitir que se repita una parodia en la cual se reviva a los autores de uno de los peores crímenes en la historia de la humanidad.