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El Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente dispuso toda su capacidad operativa, para apoyar las labores de extinción de incendios en los cerros tutelares de Cali.
El Departamento Administrativo de Gestión del Medio Ambiente dispuso toda su capacidad operativa, para apoyar las labores de extinción de incendios en los cerros tutelares de Cali. | Foto: Dagma

Editorial

Incendios devastadores

Basta un descuido, como tirar una colilla de cigarrillo o encender hogueras para quemar la basura, para que una chispa salte y se convierta en una conflagración de proporciones insospechadas.

24 de agosto de 2024 Por: Editorial

En lo que va corrido de este 2024 Cali ha sufrido en promedio 1,5 incendios forestales cada día. Hasta ayer se contabilizaban 335 conflagraciones provocadas por mano humana, algunas por descuido y otras más con intenciones ilícitas. Es la repetición de un desastre que afecta ecosistemas, acaba con la biodiversidad y tiene consecuencias ambientales nefastas para la capital del Valle.

Esta semana se presentaron tres conflagraciones devastadoras en de la ciudad, cada una de los cuales se extendió por cientos de hectáreas y dejó daños en los cerros que tardarán posiblemente décadas en recuperarse. Las Tres Cruces, Montebello y Pichindé fueron los sectores donde ardieron las lomas, incluso durante días, pese a los esfuerzos de los bomberos y de los organismos de socorro y atención de riesgos que los acompañaron en la labor de apagar los incendios.

Como ocurre cada vez que Cali se ve expuesta a estas emergencias, los dedos apuntan a quienes utilizan esa práctica de prender fuego a terrenos públicos o privados con el propósito de promover invasiones o lotear de manera fraudulenta esas tierras. El año pasado se comprobó que la ciudad fue víctima de un ataque sistemático, con al menos 12 casos comprobados solo en el mes de septiembre, planeado para ese fin por manos criminales.

Son mafias que se aprovechan de la necesidad y la desesperación de cientos de personas, buena parte de las cuales llegan desplazadas a la ciudad en busca de oportunidades, a las que el Estado no les ha logrado brindar las condiciones para que tengan una vivienda digna. A esas manos criminales son a las que hay que perseguir y hacerles caer todo el peso de la ley. Mientras las Justicia no actúe conforme debe ser, Cali y el Valle seguirán siendo víctimas de los incendios forestales.

También hay que hacer el llamado de siempre a la comunidad, en el sentido de acatar las recomendaciones sobre todo en época de altas temperaturas y pocas lluvias, como fue el mes de julio, el más caliente en la ciudad en tiempos recientes. Basta un descuido, como tirar una colilla de cigarrillo o encender hogueras para quemar la basura, para que una chispa salte y se convierta en una conflagración de proporciones insospechadas.

Mantenerse en alerta y avisar a los bomberos ante el mínimo atisbo de humo, en particular en los cerros, es un deber ciudadano. La solidaridad es indispensable para evitar que Cali tanto en su zona urbana como rural vea arder sus loas, que se convierten en bolas de fuego difíciles de apagar en la mayoría de los casos. Cada vez que ello sucede, se pierden esfuerzos tan valiosos como los que ha hecho el departamento para reforestar sus zonas verdes, sus reservas naturales o las cuencas de sus ríos.

Es el momento de reconocer el trabajo de los cuerpos de bomberos, quienes con pocos recursos y un gran valor, les hacen frente a estas emergencias devastadoras. Fortalecerlos y brindarles los presupuestos necesarios es un imperativo para las administraciones públicas. Solo el trabajo mancomunado entre organismos de socorro y atención del riesgo, autoridades policivas, Justicia y comunidad permitirá que Cali y el Valle eviten que se repitan las tragedias que dejan los incendios forestales.

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