Editorial
La Cumbre por el clima
El que se haga en Dubái, uno de los países petroleros árabes tiene un gran significado, porque la discusión sobre el abandono del uso de los combustibles fósiles deberá estar sobre la mesa.
La ausencia de los líderes de aquellos países con mayores índices de contaminación será la nota predominante durante la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP 28, que comienza hoy en Dubái. Quiere decir que las discusiones y las decisiones que en ella se adopten no tendrán la trascendencia que se espera porque quienes más deben comprometerse con soluciones concretas no estarán presentes.
Como pasa cada año desde 1995, cuando se celebró la primera Conferencia en Berlín, la esperanza es que esta vez sí se presenten avances significativos en las metas de disminución del calentamiento global y de sus causas. Sin duda, se han dado pasos importantes en ese sentido, el primero de ellos, reconocer que existe un problema y que la responsabilidad es de todo el mundo. El Acuerdo de París de 2015, firmado por 198 naciones y que tiene como objetivo principal evitar que el aumento de la temperatura global supere los 2 grados centígrados, es el logro más reciente, del que se hará su primera Evaluación Global en este 2023 para cuantificar su cumplimiento.
Si bien es cierto que hoy hay mayor conciencia ambiental, la posibilidad de que se detenga el galopante cambio climático aún está lejana. Pasar de las promesas a las acciones, sobre todo en aquellos países que lideran las emisiones de gases de efecto invernadero que inciden directamente en el cambio climático, ha sido complejo, por no decir imposible. Y en nada ayuda que los mandatarios de China y Estados Unidos, las dos naciones que más contaminan, junto con la India, estén ausentes en esta cita internacional.
Sí estará el presidente Gustavo Petro, quien acudirá con una amplia delegación de funcionarios. Es de esperar que de nuevo enarbole sus banderas ambientalistas e intervenga con discursos grandilocuentes, tal como lo ha hecho desde su posesión en encuentros de este tipo. Si bien Colombia tiene una participación ínfima en la emisión de gases contaminantes, como parte de la cuenca Amazónica y por su riqueza en recursos naturales juega un papel importante para la protección ecológica mundial. De ahí su obligación de preservar ese patrimonio único que aún conserva.
Durante los próximos doce días se espera que por las tribunas de la COP 28 pasen decenas de jefes de Estado o sus delegados, y que a la gran conversación climática asistan cerca de seis mil personas entre jóvenes ambientalistas, representantes de organizaciones no gubernamentales, empresarios y líderes en general. El que se haga en Dubái, uno de los países petroleros árabes tiene un gran significado, porque la discusión sobre el abandono del uso de los combustibles fósiles deberá estar sobre la mesa.
Las expectativas de que en esta Conferencia sobre Cambio Climático salga un documento con directrices concretas y obligantes para los Estados miembro, son pocas, tal como sucede cada año cuando se realiza la reunión global. Sin embargo, el conseguir que durante casi dos semanas el mundo se dedique a hablar sobre la conservación del Planeta, las políticas ambientales y las metas a cumplir para conjurar el calentamiento de la Tierra, es de por sí un logro. Lo que pasa es que sabrá a poco o nada si junto a los discursos no llegan las acciones que se necesitan de inmediato.
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