Editorial
La mala hora de la paz
Así queda claro que nada avanza hacia el buen término en la paz total del presidente Gustavo Petro, para frustración suya y de un país que quiere vivir tranquilo...
La paz total en la que se empeña el presidente Gustavo Petro pasa por su peor hora. Ninguno de los procesos de diálogo con grupos armados ilegales muestra avances significativos, otros están en cuidados intensivos, los delitos conexos con esas organizaciones criminales crecen, mientras se cuestiona la laxitud del Gobierno Nacional y se le hace un juicio político al Alto Comisionado. Van 15 meses y los resultados son mínimos o no se ven.
En las dos últimas semanas han quedado expuestas las debilidades de la que tal vez es la política más importante del Primer Mandatario de los colombianos. La mesa de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional, ELN, la más avanzada de las que se han iniciado, quedó tambaleando luego del secuestro de don Luis Manuel Díaz, el papá del futbolista Luis Díaz.
A raíz del hecho que al final tuvo buen término, debido a la presión mediática, se conocieron las alarmantes cifras de ese delito en lo que va corrido del 2023 y cómo la guerrilla es responsable de buena parte de los plagios. Según datos entregados por delegados del gobierno en las conversaciones, son 32 los secuestrados por el ELN, grupo que excusa sus acciones bajo el argumento de que aún no hay ningún acuerdo para abandonar las actividades ilegales de las que se lucran, no importa que con ellas se violen los derechos humanos más elementales o vayan en contra del Derecho Internacional Humanitario.
La semana anterior también se levantaron de la mesa las disidencias de las Farc comandadas por alias Iván Mordisco. El que se hace llamar Estado Mayor Central consideró inaceptable que se les llamara narcotraficantes y rechazó la presencia del Ejército en las zonas donde ellos delinquen, como El Plateado, en el cañón del Micay, departamento del Cauca, epicentro del negocio de las drogas ilícitas. Con una población amenazada y manipulada, a la que obligan a realizar asonadas para evitar la permanencia de las Fuerzas Armadas, es imposible que la autoridad y el control del Estado se ejerzan.
Fracasó también el intento de entablar negociaciones con el Clan de Golfo, que según se conoció ya no solo se dedica al tráfico de estupefacientes sino a la trata de personas. Esa organización criminal está detrás de las olas de migración ilícita a través del Tapón del Darién, que le reporta millonarios ingresos al año. Y mientras Shottas y Espartanos, en Buenaventura, siguen en aparente tregua, poco se sabe de lo que ha pasado con los diálogos con las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada.
Así queda claro que nada avanza hacia el buen término en la paz total del presidente Gustavo Petro, para frustración suya y de un país que quiere vivir tranquilo, sin la amenaza permanente de los grupos al margen de la ley.
De la firmeza de las decisiones que se tomen, entre ellas exigir el cese de las actividades criminales a quienes pretenden sentarse en una mesa de negociaciones, dependerá que el país vuelva a confiar en los procesos de diálogo que hoy adelanta el Gobierno Nacional.
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