La OEA en Medellín
La inquietud es si el organismo tiene los instrumentos y las potestades suficientes como para intervenir y hacer frente a las amenazas que afectan a la democracia y las libertades de nuestro...
Además de cumplir con una tradición, la 49 Asamblea General de la Organización de Estados Americanos que se celebra desde hoy en Medellín será la oportunidad para revisar a fondo la tragedia que padece Venezuela y las repercusiones que tiene entre sus vecinos y en la democracia del continente. Y para analizar los problemas que afectan a América, para los cuales no parece encontrarse en el multilateralismo las soluciones que requiere con urgencia.
De lejos, la crisis de Venezuela y la dictadura que destruye el país es la gran amenaza, que puede transformarse en otro conflicto entre potencias y motivo de incertidumbre de la política geoestratégica. Es el despotismo amoral condenando a sus ciudadanos a la miseria, la opresión y la represión, así como a la violencia, por lo cual el pueblo venezolano está expuesto a la diáspora que los convierte en migrantes en busca de alimentos, vida y futuro, producto a su vez de la deliberada intención de la tiranía que manda en Caracas.
Junto a Nicaragua, esos dos países son la demostración del fracaso de la democracia. Y son también los generadores de la peor tragedia humanitaria de la historia americana. Más de cuatro millones de venezolanos han tenido que huir de su patria, millón y medio de los cuales están en Colombia y otros tantos andan por Perú, Ecuador, Chile, Argentina o Brasil, en busca de una nueva vida o a la espera del cambio que no llega a su país.
Frente a ello están los esfuerzos de la OEA por denunciar la dictadura de Nicolás Maduro y sus militares, acompañados por la corrupción y asesorados por los enviados del régimen castrista. Y por tratar de ayudar para atender esa tragedia, así como promover la salida pacífica que encabeza Juan Guaidó.
La voluntad de la OEA y de la mayoría de países americanos que creen en la libertad no ha tenido los frutos esperados. Sin embargo hay que perseverar para resolver los dramas que padece el pueblo venezolano y que afectan a Colombia, donde la migración se junta con la permisividad del régimen para con la delincuencia organizada, ocasionando un potencial conflicto que debe tener fin próximo, para bien de Venezuela y del continente.
También debe mirarse hacia Nicaragua donde tiene lugar una tragedia de similares perspectivas: una dictadura que viola los derechos humanos, que pisotea la democracia y ahoga en violencia y represión cualquier intento de crítica o reclamo por el cambio, al más puro estilo del castrismo que pide su reingreso a la OEA. Y la Asamblea debe ocuparse de la crítica situación de los emigrantes que buscan entrar en Estados Unidos, causando dificultades a la relación del gobierno de ese país con México y lo vecinos centroamericanos.
Hay pues muchos temas delicados en las relaciones de las naciones americanas, que deben ser abordados por la Asamblea de la OEA en Medellín. La inquietud es si el organismo tiene los instrumentos y las potestades suficientes como para intervenir y hacer frente a las amenazas que afectan a la democracia y las libertades de nuestro continente.
También debe preguntarse si la entidad nacida del consenso entre países americanos puede servir de intermediario para actuar en forma eficaz y ayudar a detener los conflictos que se gestan en fronteras como la de Colombia y Venezuela o en la que une a México y Estados Unidos. Al fin de cuentas, para eso se creó la Organización de Estados Americanos hace 71 años.