La Plaza de Cayzedo
A tres semanas de su reapertura y diez meses después del cierre, lo que se evidencia son unos arreglos a medias, sin el rigor que amerita un lugar que tiene la connotación de patrimonio histórico.
En junio del año anterior, cuando la Alcaldía anunció el cierre temporal de la Plaza de Cayzedo para adelantar “un plan de recuperación e intervención física, patrimonial, paisajística y social”, los caleños supusieron que el propósito era embellecer su parque central, reparar los daños que presentaba y devolverle el esplendor a este símbolo centenario de la ciudad. Nada más lejos de la realidad.
A tres semanas de su reapertura y diez meses después del cierre, lo que se evidencia son unos arreglos a medias, sin el rigor que amerita un lugar que tiene la connotación de patrimonio histórico. Como quedó registrado en el material periodístico y audiovisual presentado hace dos días en el diario El País, la intervención de la Plaza de Cayzedo se limitó a restaurar algunos adoquines, limpiar las fuentes de agua, sembrar unas cuantas palmas y hacer mantenimiento a las que ya estaban.
Las grietas en el piso siguen visibles, al igual que las esquinas quebradas de sus muros o las fisuras en el monumento en honor de don Joaquín de Cayzedo y Cuero, a quien el parque debe su nombre actual. Lo que no están son sus tradicionales bancas, retiradas sin ninguna explicación, aunque es de suponer que con la intención de evitar que quienes visiten la Plaza permanezcan mucho tiempo en ella.
Mientras se anuncia su reapertura, se propone además hacerle un encerramiento para que solo se pueda visitar durante algunas horas del día, mientras se clausura en las noches para conjurar la inseguridad y para limitar el acceso de quienes eran sus asiduos habitantes, es decir los emboladores, los vendedores ambulantes, los jíbaros o las prostitutas. Habría que preguntarle a la Administración Municipal si esa es la manera más efectiva de solucionar los problemas sociales que, sin duda, afectan al emblemático parque y su zona aledaña.
Sin que se conozca aún a cuánto ascendió la inversión total para reparar la Plaza de Cayzedo, sí es evidente que el plan de recuperación no se hizo con el rigor que amerita uno de los patrimonios de la ciudad. Como tampoco formó parte de una estrategia para recuperar el Centro histórico y cultural, que está en deuda de convertirse en un espacio amable para los caleños, que a la vez sea atractivo para el turismo, tal como sucede en las ciudades importantes alrededor del mundo.
Nada justifica que en estos once meses y con los recursos destinados a las obras, no se realizara un trabajo bien hecho ni se restaurara en su totalidad ese espacio que a partir del Siglo XVII fue el punto de partida del desarrollo de la ciudad que hoy conocemos, y lleva 350 años como testigo de su acontecer diario. Queda también en deuda la explicación sobre el manejo que se les dará a los múltiples problemas sociales que afectan al principal parque de la capital del Valle y que se extienden a sus alrededores.
No es con improvisaciones ni con falta de planeación, como se recuperará el centro de Cali.