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Debate presidencia
Republican presidential nominee former President Donald Trump and Democratic presidential nominee Vice President Kamala Harris participate during an ABC News presidential debate at the National Constitution Center, Tuesday, Sept. 10, 2024, in Philadelphia. (AP Photo/Alex Brandon) | Foto: AP

Editorial

¿Quién ganó el debate?

Desde esa lógica, como lo citó en su primer análisis el diario The New York Times, el debate del martes dejó en claro que Trump empezó a ser castigado en el que quizá es su mayor punto débil: su ego.

12 de septiembre de 2024 Por: Editorial

Más allá de los juicios mediáticos sobre quién ganó el debate del pasado martes entre los candidatos Donald Trump y Kamala Harris, lo cierto es que a partir de ese hecho la carrera para la elección presidencial en los Estados Unidos entró en un terreno totalmente distinto

Aunque resulte obvia, la primera conclusión que vale la pena remarcar sobre el debate es que los líderes del Partido Demócrata acertaron al forzar la renuncia del presidente Joe Biden a la candidatura y darle su voto de confianza a la Vicepresidenta. Porque, automáticamente, la correlación de fuerzas en la campaña se equilibró.

Donald Trump venía construyendo una sólida posición en las encuestas, pero ese fortalecimiento no solo obedecía a la reunificación de las bases republicanas en torno a su discurso radical e incendiario.

También, en gran medida, era fruto de la manifiesta debilidad de Biden y el enorme manto de dudas, la misma que despertaba incluso dentro de su propio partido. Ahora, con una contrincante capaz de consolidar de nuevo a los demócratas y enfrentarlo con la misma vehemencia que a él lo distingue, Trump ha empezado a ceder terreno.

En realidad el debate del martes, en sí mismo, no fue un ejercicio que permitiera vislumbrar muchos planteamientos de fondo sobre la amplia variedad de asuntos críticos que preocupan a los estadounidenses y que sigue con atención el mundo entero. Pero sí fue clave para palpar el choque entre dos personalidades muy diferentes y empezar a evaluar el impacto que generan en los votantes.

Algo absolutamente clave, si se tiene en cuenta que lo que marca la diferencia en una elección no es tanto la razón, sino ante todo, la emoción. En un mundo cada vez más polarizado y con alto grado de decepción hacia la clase política, la capacidad de generar confianza es, en últimas, el factor que inclina la balanza. Mucho más, incluso, que los programas de gobierno sofisticados y plagados de propuestas técnicas.

Desde esa lógica, como lo citó en su primer análisis el diario The New York Times, el debate del martes dejó en claro que Trump empezó a ser castigado en el que quizá es su mayor punto débil: su ego. Y que Kamala Harris ha sabido desmontar, muy rápidamente, la mala imagen que se había hecho como una Vicepresidenta fría, controversial y poco capaz de compensar la fragilidad del presidente Biden.

Los estadounidenses están siendo testigos del surgimiento de una figura política carismática y camaleónica, capaz no solo de controvertir las cuestionables tesis de Trump, sino también de burlarse de él y arrinconarlo en la esquina de su propia ira. Algo que lo hace lucir incómodo y le resta fuerza, especialmente entre los electores indecisos.

Aún así, es muy aventurado pensar que el terreno recuperado por los demócratas con Kamala Harris les será suficiente para derrotar a Trump. La realidad es que, por muy descabelladas que suenen muchas de sus declaraciones, hay un gran electorado que le cree y está dispuesto a llevarlo de nuevo a la Casa Blanca. No hay nada escrito. Y, ahora sí, está claro que en noviembre veremos una final de ‘voto finish’.

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