Editorial
Atentos a Venezuela
Son horas definitivas las que se viven en el vecino país...
La posesión presidencial que constitucionalmente debe producirse mañana en Venezuela ha concitado la atención de buena parte de la comunidad internacional. No porque sea un acto democrático que muchos mandatarios quieran acompañar, sino porque el régimen de Nicolás Maduro ha llevado al límite a un pueblo que por más de una década ha soportado las consecuencias políticas, sociales y económicas derivadas de ser gobernado por una élite corrupta e incapaz de responder a sus necesidades.
Producto de ello, el 28 de julio del 2024 los venezolanos se volcaron a las urnas a respaldar a Edmundo González, quien debió recoger las banderas de María Corina Machado, luego de que la justicia oficialista la inhabilitara para participar en las elecciones, en un episodio que ya dejaba en claro que el Mandatario chavista no iba a medirse en su propósito de hacerse al poder por otros seis años.
Pero ni él ni el pequeño círculo con el que gobierna previeron que la oposición no se iba a quedar quieta ante la posibilidad de fraude ni ante la represión que se desató contra quienes se atrevieron a salir a las calles a protestar que las autoridades electorales, también bajo el amparo del régimen, se atrevieran a proclamar a Maduro como ganador de los comicios sin presentar las actas que corroboraran dicho triunfo.
Ese atropello, que sigue extendido a ciudadanos y opositores encarcelados sin ningún respeto por sus derechos humanos, unido a las pruebas de las anomalías en las que el oficialismo incurrió durante los comicios, ha logrado que poco a poco la comunidad internacional asuma una posición más contundente frente al régimen imperante en el vecino país. Así lo evidencia el respaldo de los expresidentes latinoamericanos dispuestos a acompañar a González a Caracas a tomar posesión como presidente, en virtud de lo que demuestran las actas electorales entregadas ayer en custodia al Gobierno de Panamá.
Sin embargo, ante las manifestaciones convocadas para hoy por la oposición, no se puede subestimar la capacidad del chavismo para desatar toda su violencia en contra del pueblo venezolano, máxime cuando el oficialismo también ha anunciado que saldrá a las calles en la víspera del día en el que se debe dar la toma de poder.
Es por ello que los gobiernos democráticos del mundo, especialmente los de América Latina, tienen que estar muy atentos en estas horas a lo que pueda suceder en Caracas en contra de Machado, quien hoy saldría de la clandestinidad a la que se ha visto forzada. Así mismo hay que tener los ojos sobre González, si logra regresar a su país, y los millones de ciudadanos que la oposición está llamando a pronunciarse en contra de Maduro.
De ahí que muchas voces en Colombia hayan rechazado la posición ambigua del presidente Petro con respecto a lo que está sucediendo en Venezuela. Son horas definitivas las que se viven en el vecino país y la Casa de Nariño debe actuar no con base en principios ideológicos, sino con la claridad de que lo que pase más allá de la frontera común también tendrá grandes repercusiones en el territorio nacional.