Editorial
Respeto y reconciliación
Es el resultado de una ciudad que en las últimas décadas perdió su esencia, permitió que se agudizaran sus diferencias, se dejó infiltrar por el crimen y no encontró una dirigencia que supiera enderezar su rumbo...
La necesidad de reconstruir a una Cali en la que el respeto hacia el otro sea lo esencial y la reconciliación ciudadana se convierta en el principal propósito de su sociedad, quedó en evidencia el sábado anterior. Los hechos confusos que terminaron en agresiones durante un foro entre juventudes y candidatos a la Alcaldía, demuestran que la capital del Valle tiene heridas abiertas, a las que se les debe prestar atención y trabajar en conjunto para sanarlas.
El espacio convocado por el Consejo Distrital de Juventudes, al que acudieron seis de los aspirantes a convertirse en el próximo mandatario de los caleños, transcurría con normalidad. Los candidatos presentaron sus propuestas, respondieron las preguntas, algunos fueron increpados por los asistentes y solo al final los ánimos se caldearon. Se generó entonces una confrontación sobre la que hay diversos testimonios, que finalizó con dos personas heridas, señalamientos entre campañas y la certeza de que Cali sigue siendo una ciudad dividida y en permanente confrontación.
Es la herencia, sin duda, del paro del 2021, que si bien en principio tuvo como protagonistas a jóvenes inconformes, que reclamaban mayores oportunidades, atención del Estado y que su voz fuera escuchada, derivó en bloqueos que duraron cerca de dos meses, en hechos de intolerancia y permeado por la violencia.
También es el resultado de una ciudad que en las últimas décadas perdió su esencia, permitió que se agudizaran sus diferencias, se dejó infiltrar por el crimen y no encontró una dirigencia que supiera enderezar su rumbo ni entender a esa nueva sociedad que se formó de la mano de una migración desbordada. Así fue como Cali, creció de manera desordenada, sin una identidad propia y en la que las desigualdades así como las estigmatizaciones se hicieron cada vez más visibles y sensibles.
Por ello hay que llamar a quienes hoy tienen en sus manos la posibilidad de conducir los destinos de la capital del Valle para que trabajen en el respeto y la reconciliación de los caleños. Para que escuchen las voces de quienes se han sentido excluidos, pero también para que rescaten el orden, la autoridad y les devuelvan la tranquilidad a sus habitantes.
Esa responsabilidad no es suya en exclusivo. Desde los diversos sectores de la ciudad se debe trabajar para alcanzar el entendimiento que hoy demanda Cali, para erradicar la estigmatización provenga de donde provenga, para tener una sociedad más sana e inclusiva.
Hay iniciativas recientes que demuestran que sí es posible unir posiciones, tener objetivos comunes, brindar oportunidades y trabajar para el beneficio común. Compromiso Valle, que nació en medio del paro de 2021 y cuenta con la participación del sector privado, entidades públicas, gremios, colectivos culturales y sociales así como de las comunidades, es una de ellas, que además es ejemplo que se empieza a replicar a escala nacional.
Cali no puede mantenerse más como una ciudad dividida, sumida en las divergencias e intolerante. Episodios como el del sábado anterior, que se dan en un espacio para el diálogo abierto y el debate democrático, no deben suceder. La reconciliación, gestada entre todos los ciudadanos, es la tarea urgente y que aún está pendiente para la capital del Valle.