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El presidente venezolano, Nicolás Maduro, asiste a la firma de un acuerdo para respetar los resultados de las próximas elecciones presidenciales, en la sede del Consejo Nacional Electoral en Caracas, Venezuela, el jueves 20 de junio de 2024.
El presidente venezolano, Nicolás Maduro, asiste a la firma de un acuerdo para respetar los resultados de las próximas elecciones presidenciales, en la sede del Consejo Nacional Electoral en Caracas, Venezuela, el jueves 20 de junio de 2024. | Foto: AP

Editorial

¿Un caballo de Troya?

El mundo ya tiene claro que las del 28 de julio no serán elecciones libres y justas, pues Maduro ha venido violando de manera flagrante los acuerdos que firmó en Catar...

3 de julio de 2024 Por: Editorial

La comunidad internacional debe mantener una actitud vigilante frente al anuncio hecho por Nicolás Maduro sobre el reinicio de diálogos entre su cuestionado régimen y el gobierno de los Estados Unidos. Podría tratarse de una nueva estratagema, como las que ya ha aplicado en muchas otras ocasiones, para aferrarse al poder e impedir la transición de Venezuela hacia un escenario democrático.

Existen razones suficientemente válidas para sospechar que así sea. A menos de un mes de las elecciones presidenciales, las encuestas indican que el régimen chavista podría estar a las puertas del principio del fin, después de una gestión desastrosa de 25 años que ha llevado a esa nación hermana a la peor tragedia humanitaria y la más profunda crisis económica de su historia.

Todas las encuestas sobre preferencias electorales para los comicios del 28 de julio le dan a la oposición un margen de entre 55% y 60%, mientras que Maduro apenas llega al 20%. A ello se suma lo ocurrido en el simulacro del pasado domingo, cuando los medios reportaron grandes concentraciones en los puestos electorales, lo cual indica que esta vez el electorado saldrá masivamente a las urnas.

Este fenómeno está impulsado por dos factores simultáneos. Por un lado, la desesperación ciudadana ante la falta de alimentos, la escasez de medicinas, la alta inflación y los salarios paupérrimos que caracterizan hoy a la economía venezolana. Por otro lado, el hecho de que esta vez la oposición parece estar cada vez más cohesionada en torno a la fórmula ‘sui géneris’ que conformaron el aspirante Edmundo González Urrutia y la fallida candidata María Corina Machado.

Pese a los intentos del régimen de Maduro para asfixiarla a través de acciones de persecución sistemática, la Plataforma Unitaria Opositora encarna un creciente fenómeno de masas que reclama llegar, por fin, a un cambio de régimen.

Por ello, no resulta descabellada la teoría de que volver a la mesa de diálogo con Washington puede ser simplemente una estrategia desesperada de Maduro para ganar tiempo y empezar a legitimar un posible fraude en las elecciones. Más aún si se tiene en cuenta que en manos del régimen está el manejo total del aparato electoral y que ha impuesto todo tipo de obstáculos a la vigilancia de observadores internacionales.

El mundo ya tiene claro que las del 28 de julio no serán elecciones libres y justas, pues Maduro ha venido violando de manera flagrante los acuerdos que firmó en Catar, a cambio del levantamiento de las sanciones impuestas por Washington a la industria petrolera.

Su régimen autoritario está dispuesto a todo para conservar el entramado de corrupción que ha enquistado durante un cuarto de siglo en todas las esferas del Estado. Por tal razón, lo correcto es que la comunidad internacional redoble ahora más que nunca su vigilancia sobre los nuevos diálogos que se anuncian. No sea que se trate de un ‘caballo de Troya’ para fraguar un nuevo y vergonzoso episodio de asalto a la democracia venezolana.

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