El hombre más pequeño del mundo dice ser feliz a pesar de todas las dificultades que enfrenta día a día. De 70,2 cms de estatura y 24 años, nunca pudo terminar el colegio, está casi ciego por sus avanzadas cataratas en ambos ojos, jamás ha salido de su casa solo.

Edward Niño Hernández se ha ganado el título del hombre más pequeño del mundo y no le importa. Tal vez el Guinnes Records que ganó esta semana sólo interese a su padre, a sus cuatro hermanos y al mundo entero que hoy lo ve como una celebridad. Pero si alguien le pregunta qué significa esa distinción enmudece.Niño, de 70,2 cms de estatura y 24 años, nunca pudo terminar el colegio, está casi ciego por sus avanzadas cataratas en ambos ojos, jamás ha salido de su casa solo, su hermano menor sufre el mismo problema de crecimiento, vio morir a una hermana con sus mismos síntomas y ha padecido la burla de personas en la calle.El guarda de seguridad Eliécer Niño, su padre, cuenta que Edward pesó al nacer 1.300 gramos, lo que pesa una mouse de chocolate para diez personas, y midió 38 centímetros, algo más largo que la página de una revista. Además permaneció más de dos meses en una incubadora sin esperanzas de vida.“Las enfermeras del hospital donde nació me dijeron que pronto moriría. ¿Sabe cómo puede sentirse uno?”, se pregunta. Era el primero de la saga Niño. Pero en medio de la desesperanza un médico le dijo que se lo llevara a su casa porque Edward estaría bien por el resto de su vida. “Es lo más sensato que me han dicho”. Pero todo comenzó al revés. A los 2 años Edward dejó de crecer, duró tres años bajo observación médica constante, mientras universitarios de la Universidad Nacional lo estudiaron hasta que tuvo 3 años y luego perdieron interés en su caso. Ni siquiera le dieron una explicación y la familia se sintió utilizada.Adiós al colegioCuando Edward comenzó el colegio era el más aplicado, cumplía con todas las tareas, podía tener todos los amigos del mundo y era el más listo en las lecciones. Si alguien era audaz en las respuestas de las tareas era él, “porque era un inquieto por el aprender”, recuerda el padre, “pero se fue perdiendo del mundo”.Con el tiempo, cuando alcanzó el bachillerato, sus manos diminutas ya no podían coger una escuadra, pasar al tablero y escribir la lección o sobrellevar una clase de educación física normal. Dejó de rendir en sus estudios y “los amigos se le fueron yendo”. Comenzaron a señalarlo; era el chiquito. “Sólo llegó hasta séptimo grado porque el rector del colegio no lo dejó seguir. Decía que él (Edward) no seguía el ritmo a los demás. Un absurdo”, asegura el padre. Lo sacaron de clases y terminó en su casa mirando cómo Noemí Hernández, su madre, hacía el oficio del hogar en el barrio La Libertad, en Bosa, sur de Bogotá.Su mayor capacitación es un curso de sistemas en el que supo qué era Word, que sirve para escribir o Excell para conformar tablas numéricas. No más. Por eso cuando el pasado jueves el presidente Santos le dio un computador de regalo manifestó que comenzaría una carrera.Muere una hermanaVeía crecer a sus hermanos y se deprimía. Justin (23 años), Elmer (21) y Eliécer (17) lo triplicaron con el tiempo en estatura. Se deprimió mucho más cuando a los 6 años vio como su hermanita de 1 año, que era igual de pequeña a él, moría casi en sus brazos. “Son los hechos que más recuerda”, asegura Edward.Sigue desconcertado porque Miguel Ángel, su hermano menor, padece su misma enfermedad, la que aún nadie ha podido descifrar. Tiene 11 años y la estatura de un niño de 5. Su rostro y facciones son iguales a los de Edward. “Ha ido creciendo, pero lentamente”, dice el padre.Pero Miguel Ángel ha sido su bastón porque lo acompaña a todas partes: le ayuda a bajar la docena de escalas de su casa porque Edward no puede salir solo, le ayuda a vestir, a comer y a vivir como esos niños que crecen sin serlo.Se cansa al caminar, quisiera comer una bandeja paisa, su plato favorito, pero come un par de cucharadas y su estómago se llena. No come hamburguesas o perros calientes. “Me caen mal. Además, hago dietas”, asegura. Nadie le cree eso. Pero sí duerme como un bebe más de doce horas al día porque el cuerpo se lo pide, así no haga nada durante el día.“Me he dedicado a los shows artísticos para hacer algo y ayudar en casa, pero he sentido que se burlan”, admite. Estuvo a punto de ir al show de Don Francisco, en Miami, pero un humorista de televisión lo dejó metido. “A mí me gusta bailar, pero para mí, para mi novia, no para que me vean”.Sufre de cataratas en ambos ojos y ya no puede ver por el izquierdo. “Veo nublado”, dice Edward. Lleva un año insistiendo a la EPS de su padre que le operen, pero nadie lo escucha. Dejó de leer y ver sus telenovelas favoritas. Usa gafas oscuras para evitar el lagrimeo permanente y porque le fastidia el sol.Ahora que aparecerá en el libro de los Guinnes Record y seguro que viajará por el mundo, su sueño permanente, seguirá con su vida al revés como la que siempre ha tenido, con el agravante que hoy es famoso. Pero a Edward hay que soltarle una pregunta de rigor: ¿Usted es feliz? “Sí, porque todo el mundo me quiere”.