Tras diez meses de vivir una relación sentimental tormentosa en la cual fue víctima de violencia psicológica, física y sexual; a pesar de haber iniciado el proceso de denuncia contra su expareja; y que la valoración de Medicina Legal la declarara en ‘riesgo extremo’, el agresor de Anamaría Yañez sigue libre.

La explicación que la Fiscalía le dio a la joven, de 21 años, después de demorar un mes y medio en capturar a su agresor, fue que el Juez 27 Municipal de Cali con Función de Control de Garantías falló a favor de su expareja, pues este logró comprobar que ella lo buscaba.

Al salir de la audiencia, el hombre, de 26 años, publicó un estado privado para ella en su cuenta de Facebook: “Cuando tu abogado fue fiscal y juez y puede sacarte en minutos”.

Aún más contento con su ‘hazaña’ se tomó una foto sonriente en la Iglesia de San Francisco, en frente de la Fiscalía de Cali, y nuevamente publicó, esta vez con la sentencia: “¿Qué dijo, Navidad?”

Sin embargo, solo días antes de ser capturado por las autoridades el pasado 14 de septiembre, la expareja de Anamaría había posteado un mensaje para ella. En la retahíla no hacía más que rogarle que retirara la demanda en su contra por violencia intrafamiliar.

“¿Tú sabes lo que significa irme a una cárcel solo por bajarte de un coche?, ¿por pegarte tres pellizcos?... No me dañes la vida Anamaría”, decía la publicación.

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Se conocieron hace un año. Él era el conductor de un Uber que la chica solicitó una noche de septiembre de 2017. Ahora, si pudiera retroceder el tiempo, Anamaría dice que desearía con todas sus fuerzas no haber tomado ese servicio, “caminar, tomar un taxi”, lo que fuera, menos conocerlo.

“Nosotros iniciamos muy bien, él era una persona que mostraba mucho interés por conocer quién era yo, cómo vivía, cómo era mi relación familiar y eso me parecía bonito. Nunca pensé que iba a ser un arma de doble filo”, relata la joven.

A la par que iniciaba la relación, Anamaría cuenta que comenzó a tener problemas con sus padres, lo que ocasionó que se fuera de su casa en varias oportunidades y empezara a convivir en unión libre con su agresor.

Entonces, y luego de descubrir hasta el último dato de su vida emocional, la expareja de la joven empezó a controlar todas sus acciones: cómo tenía que solucionar sus problemas familiares, qué tenía que decir, cómo tenía que vestir y las amistades que podía tener. Si Anamaría no atendía “sus consejos”, el humor de su entonces novio se tornaba agresivo.

“Yo nunca tuve problemas alimenticios, pero él me decía que estaba flaca, que mi cabello parecía un estropajo. Me mostraba fotos de mujeres con problemas de anorexia y me decía: ‘Mire, así se ve usted: fea. Tiene mucha suerte de que yo esté con usted porque nadie la miraría”, cuenta la mujer.

La chica relata que además de asediar su tranquilidad con ese tipo de comentarios, su exnovio impedía que ella tomara terapia psicológica.

“En el tratamiento a mí me recetaron antidepresivos y él no me dejaba tomarlos. Me decía que dejara de ser tan floja”, relata la muchacha.

Dice que siempre tomó una actitud pasiva al querer solucionar las cosas. Sin embargo, entre más debilidad emocional demostrara, más vulnerable era a sus manipulaciones: “Cuando yo le decía que nos arregláramos se sentaba, ponía el cronómetro en su celular y me daba un minuto para hablar”, cuenta.

Haciendo un resumen de los hechos, Anamaría dice que no se explica por qué siendo una mujer que sabe cómo se configura la violencia, no logró detener su situación a tiempo.

“Lo primero fueron las arrebatadas de teléfono y sus celos, después eran los portazos que llevaron a que una vez me lastimara dos dedos del pie.

Después vinieron los empujones. Una vez me encerró en la casa y la Policía se lo llevó. En medio de una discusión me bajó arrastrada del carro y terminé con la espalda llena de moretones. Cuando algo no le gustaba me pellizcaba o me mordía muy fuerte. Así, hasta un día llegar a violentarme sexualmente”, relata Anamaría.

Y añade: “Estaba ciega. Hasta la misma mamá de él me decía que no le dijera nada cuando se enojara porque se lo llevaban para Villanueva. Ella misma me contó que con la anterior exnovia fue igual. Desde el primer signo yo debí hacer algo, pero no, cuando teníamos problemas yo solo justificaba su agresión pensando que había tenido un mal día”.

Mujeres valientes

De acuerdo con Consuelo Malatesta, directora del Centro de Acciones Integrales para la Mujer, Cami, el caso de Anamaría no es ajeno a la situación que viven muchas parejas en la actualidad.

Solo por nombrar cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal, se sabe que hasta agosto del presente año, en Cali se registraron 1347 casos de violencia de pareja, de los 20.869 presentados en todo el país.

En este sentido, Malatesta manifiesta que las agresiones entre compañeros sentimentales es una pandemia.

“Digamos que se ha avanzado mucho en términos de la normatividad, de protocolos de atención, de sensibilidad, pero no es suficiente para frenar este fenómeno. Hasta el momento aún tenemos pocas garantías del Estado para la protección de las mujeres que denuncian el maltrato y que son, en todo el término de la palabra, valientes”, dice la experta.
Para Malatesta, los procesos de denunciar en la mayoría de casos terminan como el de Anamaría: mochos.

“En últimas, la mujer tiene que hacer uso de los pocos recursos que existen: las medidas de protección, los entes de control y su red de apoyo familiar. Todo esto porque su agresor sigue allá afuera”, explica la mujer.

En primera instancia, la experta refiere que el trabajo de la sociedad juega un papel importante a la hora de rechazar estas acciones.

“Hay que tener claro que esto le puede pasar a cualquier mujer de cualquier clase social y a cualquier edad. La gente tiene que entender que la violencia de género es un delito y como tal debe ser denunciado. No debemos minimizar las acciones porque un simple empujón es una agresión, que de no tratar a tiempo, se va a convertir en un golpe, en una violación, en un feminicidio”, puntualiza la experta.

Comenzar una nueva vida

La nueva vida de Anamaría Yañez comenzó en el momento en que esquivó un golpe de su exnovio en medio de una discusión. Dice que le bastaron dos segundos para, por fin, abrir sus ojos.

“Ese día él llegó borracho a la casa. Me decía que solo hablaría conmigo si accedía a tener relaciones. Discutimos hasta que me levantó la mano apuntando a mi rostro. Reaccioné e inmediatamente llamé a mi padre y le dije: por favor ven por mí, esto se salió de control. Trae una patrulla”, cuenta la joven al hablar de los hechos del pasado 26 de julio.

Mientras la Policía le ayudaba a empacar sus cosas, Anamaría intentaba convencerse a sí misma de que estaba tomando la decisión correcta: “A pesar de que sabía que me iba a ver sometida a juicios, críticas y muchas preguntas. Algo dentro de mí me dijo que era hora de parar. Antes de que fuera demasiado tarde”, dice.

Ese mismo día la mujer fue llevada a la Fiscalía para hacer efectiva su denuncia. Afirma que le produjo mucho coraje saber que la justicia había dejado libre a un hombre que, según el informe de Medicina Legal, es capaz de matar a una mujer.

Hoy Anamaría sobrelleva su vida con una medida de protección, lo que le implica tener contacto diario con policías que están pendientes de vigilar sus traslados. Esto, mientras su agresor, pese a tener orden de restricción, sigue acosándola por redes sociales.

“En la orden de restricción dice que él no puede tener contacto conmigo y que no puede salir entre 6:00 p.m. y 6:00 a.m., pero me escribe casi a diario y todo el tiempo está por fuera. Me preocupa realmente es que las autoridades no hacen nada. Mientras yo vivo escondida, él está afuera haciendo de las suyas”, dice la víctima.

Sin embargo, Anamaría tiene un nuevo semblante, dice que agradece a su familia haber estado siempre allí para apoyarla, a pesar de sus errores. En sus fotos se le ve feliz, acompañada de sus compañeros de estudio. No ha perdido el sentido del humor y aunque admite que ya no confía mucho en los hombres, tiene la ilusión de algún día formar un hogar lleno de valores y, sobre todo, que su carrera la lleve a ayudar a mujeres víctimas de la violencia.

Atención

Cualquier agresión puede ser puesta en conocimiento de entidades como Casa Matria en Cali. Tel: 6688250.

También en instituciones de salud o comisarías de familia.

Centro de atención a víctimas de la violencia familiar, Cavif, al número en Cali 6204100, extensiones 1095 ó 1096.

Centro de atención a víctimas de abuso sexual, Caivas, teléfono 6204100, extensiones 1111-1120.

Procuraduría: al fijo 390 8383, extensión 22502.
Personería: 3183355722.

Defensoría del Pueblo: 8890014 o 6608856.
Consultorios jurídicos de universidades como la Santiago de Cali, Javeriana, Libre e Icesi.