Según cifras de la Policía, entre el 1 de enero y hasta el 12 de marzo de este año, en Cali habían sido aprehendidos 88 menores y 101 en toda el área metropolitana, por los delitos de hurto a personas, lesiones personales, homicidio y también tráfico y porte de estupefacientes, entre otros.

El aumento en el número de menores infractores se observa principalmente en las instituciones educativas, donde se ha venido estableciendo la cultura de que actuar mal paga.


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Como una demostración de poder, explica la teniente Corrales, un estudiante lleva un arma blanca que exhibe a sus demás compañeros para intimidarlos.

Recientemente, una denuncia oportuna permitió la aprehensión de dos menores que vendían marihuana en un colegio de la ciudad.
Y agregó: “Es terrible que menores con solo 14, 15 o 16 años, sean aprehendidos por abuso, acceso, secuestro, homicidio. Incluso, hay adolescentes de 16 años que los juzgan por concierto para delinquir, es impresionante; pero también tenemos mujeres que cometen homicidios, porte de armas. Hay una que está en el Centro de Formación Valle del Lili por proxenetismo”.

Si bien para el Director Regional del Icbf, todas las conductas son preocupantes, dentro del ámbito de protección integral se priorizan todas aquellas que atentan contra la vida, honra y garantías constitucionales.

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“Los jóvenes se ven inmersos en hechos delictivos como hurto, homicidios, lesiones personales, delitos sexuales y expendio de sustancias prohibidas, entre otros”, manifestó el funcionario. 

Esto porque, adicionalmente a los problemas presentados al interior de las familias, se debe también analizar el contexto social y económico de los jóvenes, dado que en muchos casos la marginalidad va relacionada con menores propensos al consumo de diferentes sustancias psicoactivas y casos de violencia intrafamiliar.

El exsecretario de Seguridad, Carlos Soler, apuntó a que los grupos armados ilegales y pandillas instrumentalizan a los menores, sobre todo de sectores vulnerables, para la comisión de muchos delitos.

“Estos grupos los atraen volviéndolos adictos a las drogas, al alcohol y al dinero fácil. Otro acelerante es la grave crisis económica y los cinturones de miseria en los estratos 1, 2 y hasta 3, sumado a hogares disfuncionales. Esto facilita que los menores, por tratar de ayudar a la economía familiar, caigan en la venta de estupefacientes y el sicariato”, puntualizó Soler.