Tres años después de iniciada la guerra entre Rusia y Ucrania, a la que se han sumado cientos de connacionales, hay al menos 184 familias en el país que padecen el drama por el que han atravesado sus parientes.
Madres, esposas, hermanos e hijos de colombianos que decidieron apostarle a un mejor futuro y terminaron luchando una guerra ajena del lado de Ucrania y en medio de una confrontación sin principios en la que se ha violado toda regulación contemplada en el Derecho Internacional Humanitario (DIH).
“A la fecha, el Ministerio de Relaciones Exteriores, a través de la Embajada de Colombia en Polonia, tiene un registro de 186 casos. Debe tenerse en cuenta que esta cifra corresponde a los casos que han sido reportados o sobre los que ha sido solicitada la asistencia y se han validado con las autoridades ucranianas”, aseguró a El País la Cancillería.
Entre ellos, detallan, son 64 colombianos confirmados como fallecidos, de los cuales 57 ya han sido repatriados, 1 fue sepultado en Ucrania y 6 más se encuentran en proceso de repatriación. Igualmente, “hay 122 colombianos que son considerados como desaparecidos en combate, pues no se cuenta con información alguna de su paradero”.
La gran mayoría de ellos, aseguraron fuentes extraoficiales, son exintegrantes de las Fuerzas Militares o de la Policía Nacional, quienes viajaron motivados por anuncios que aparecen por montones a través de las redes sociales como Tik Tok o Instagram, prometiendo cuantiosos salarios y una mejor vida.
“A mí lo que él me dijo es que se iba para los EE.UU.”
Cuando salió de su casa en El Poblado Campestre, en el municipio de Candelaria, y se despidió de sus padres, ese 16 de marzo del 2024, la tristeza embargó a la familia de Miguel Ángel Cárdenas Montilla. Sin embargo, sabían que en Estados Unidos podría forjar un mejor futuro.
A diferencia de otros, la ventaja de Miguel Ángel, de 33 años, era que llegaría a ese país con empleo, porque un amigo lo recomendó para trabajar en una empresa de vigilancia.
Su madre no sabía en qué lugar de EE. UU. vivía, pero permaneció tranquila hasta el 20 de julio del 2024, el día en el que por última vez escuchó su voz.
“Él me dijo ‘mamá, quédese tranquila, que yo la voy a estar llamando’ y me dijo que se iba para EE. UU. porque un compañero lo estaba jalonando para allá, y le dije que si ese era su destino, que se fuera y mirara a ver qué podía hacer”, explicó Blanca Luz Mancilla, quien subraya que su hijo les colaboraba para pagar el arriendo y los gastos de la casa.
“Después me dijo que iba a prestar también el servicio militar en el Ejército de EE. UU., me hacía videollamadas y me dijo que a él le había gustado eso toda la vida y que allá custodiaba hoteles y edificios”, agrega.
Los días pasaron y no tenía razón de Miguel Ángel, padre de cuatro niños, y nadie le daba explicación, pero fue solo hasta que en un video, con la imagen de su hijo, que le estaba dando la vuelta al mundo y en el que lo interrogaban militares rusos, tuvo noticias de Miguel Ángel.
“Mi nombre es Miguel Ángel Cárdenas y pertenecí a la Brigada 59 del Ejército de Ucrania, en la cual nos engañaron y nos dijeron que íbamos a custodiar un edificio. Nos dejaron ahí y nos atacaron con drones y artillería del Ejército ruso. De los nueve que habíamos ahí, todos fallecieron y yo decidí entregarme al Ejército ruso”, dice el hombre con el rostro visiblemente afectado.
“Para mí fue muy duro cuando me di cuenta de lo que estaba pasando y al papá, a raíz de eso, le dio un derrame cerebral, por lo que lo tuvimos con psiquiatría como dos meses. Yo mantengo mirando noticias para ver si así como lo enseñaron por las redes, de pronto yo lo veo, pero mantengo con depresión y llanto”, cuenta la madre de Miguel Ángel, quien asegura que a él se lo llevaron con mentiras y ahora lo tiene retenido el Ejército ruso.
“Venezuela lo detuvo y lo deportó para Rusia”
El caso de Alexander Ante, quien el pasado 24 de diciembre cumplió 39 años, es bien curioso. Después de que se cansó de la guerra, se vino desde Ucrania con destino a la ciudad de Popayán, pero después de atravesar el Océano Atlántico terminó preso en Moscú, Rusia.
“Ellos se aburrieron después de unos meses y se quisieron regresar, ya traumados con ese conflicto. No aguantaron el trote y de regreso los capturaron en Venezuela y se los entregaron a Rusia”, cuenta Ana Carolina Ante, hermana de Alexander.
El viaje de regreso del exmilitar comprendía un vuelo desde Ucrania a Polonia, con destino a Madrid, España. Luego cruzaría el Atlántico, con escalas en Caracas y Bogotá, antes de aterrizar en la ciudad de Cali, pero el régimen de Nicolás Maduro alteró sus planes.
“Como para ese Presidente todo mundo es terrorista, ellos venían con ese uniforme y dijo que iban por él; entonces los cogieron y los encarcelaron. En Venezuela los tuvieron como un mes y después los deportaron, así como pasan en los videos, amarrados y agachados”, dice la hermana de Alexánder, quien tiene una niña de 6 años que solo sabe que el papá trabaja lejos, “donde no entra señal”.
Pero quien encarna el mayor dolor es doña Otilia Ante, su madre, de 80 años, quien ha tenido que permanecer con ayuda sicológica y terapias, al enterarse de que su hijo fue entregado a Rusia, el país contra el cual habría combatido. Maduro se lo entregó a sus enemigos.
“La incertidumbre es muy dura, porque el cónsul y el embajador nos dicen que ellos se encuentran bien, pero nosotros en realidad no sabemos por qué no nos han dejado hablar con ellos”.
Junto a Alexander fue también capturado en Venezuela y deportado a Moscú el caucano Aarón Medina, quien ya completa seis meses en Rusia.
Alexander fue empleado de una empresa de transporte de valores, pero en un examen de rigor apareció con un problema oftalmológico, por lo que fue retirado de la compañía.
“Él mantenía buscando empleo, se metió por redes sociales y fue a parar a Ucrania. Yo no entiendo por qué no restringen esa publicidad en redes”, lamenta su hermana Ana Carolina.
“Vinimos conscientes de que podemos morir”
Juan Manuel* sabía exactamente lo que iba a hacer a Ucrania cuando hizo contacto con quienes reclutaban, dos años atrás, a latinoamericanos que tuvieran formación militar para engrosar las tropas de ese país y hacer frente a la guerra que se desató con la invasión de Rusia.
Es santandereano, tiene 41 años y estuvo por más de una década como soldado profesional en el Ejército de Colombia, la mejor carta de presentación en el mundo para ser considerado un gran opción para combate en tierra.
“El colombiano es muy apetecido como combatiente; a mi no me gusta la palabra mercenario, porque suena como un asesino a sueldo, pero, por la experiencia que se obtiene en el conflicto en nuestro país, nos dan un mayor valor que a quienes han estado en las fuerzas armadas de cualquier otro país”, cuenta.
No niega que llegó a Ucrania por dinero y porque se dejó seducir por los $ 14 millones mensuales que recibiría al cambio, dinero con el que espera en un año más regresar a Colombia con un “plante” para montar un negocio.
“Tengo mi esposa y dos hijos y, obviamente me preocupa lo que pueda pasarme, porque aquí la muerte es una lotería que nos jugamos a diario los que estamos en las tropas de Ucrania. Yo hago parte de una brigada en la que somos cerca de diez colombianos y todos somos conscientes de los riesgos”, dice.
Agrega: “Aquí nosotros somos considerados mercenarios y mucha gente no ha entendido que somos soldados que tenemos derecho al amparo, pero también al castigo de la ley, como cualquier ciudadano de este país”.
Su mayor temor, al igual que los otros latinoamericanos con los que comparte en su unidad, es caer en manos de los soldados rusos, porque son muchísimos, dicen, los combatientes ucranianos que han ejecutado.
“La verdad es que estamos en constante riesgo, porque sentimos que hay desventaja entre nosotros con los militares rusos, que tienen mejores armas y capacidad de daño aéreo, pero aquí vinimos a morir. Uno dice que combate por Ucrania, pero lo que hace es combatir por uno mismo, por mantenerse con vida, porque de nosotros dependen muchas familias en Colombia”.