Cientos de personas salieron este domingo a las calles de Damasco y de Estambul, en Turquía, donde vive una diáspora de medio millón de sirios, para celebrar la “huida” del presidente Bashar al Asad de la capital siria, ahora en manos de los rebeldes.

En Damasco resonaron disparos de júbilo y plegarias religiosas por los altavoces de las mezquitas, y en Estambul centenares de sirios se congregaron frente a la gran mezquita del barrio de Fatih pese a la fuerte lluvia.

“Es increíble, tenemos la sensación de renacer”, comentó en Estambul Sawan Al Ahmad, que llevaba a su hijo de la mano. sta mujer vivió en 2011 los primeros meses del despiadado asedio de Homs por las fuerzas del régimen de Al Asad, antes de huir a Turquía, que acoge a tres millones de refugiados sirios.

Ahora, le ilusiona la idea de llevar a su hijo “a su tierra”. En Damasco, decenas de personas se congregaron en la plaza de los Omeyas, para celebrar la caída del clan Asad tras más de medio siglo en el poder, en un país dividido por una mortífera guerra civil.

Una imagen del presidente sirio, Bashar Assad, marcada por disparos, en la oficina del gobierno provincial tras la toma de Hama por parte de la oposición, en Siria, el viernes 6 de diciembre de 2024. (AP Foto/Omar Albam) | Foto: Copyright 2024 The Associated Press. All rights reserved

En otra céntrica plaza de la capital siria, entre gritos de “Allahu Akbar” (“Dios es el más grande”), decenas de habitantes derribaron una estatua de Hafez al Asad, padre de Bashar, y la pisotearon, según imágenes de AFPTV.

“Siria es nuestra, no es de la familia Asad”, vocearon hombres armados, miembros de grupos rebeldes, que circulaban por algunas calles de la ciudad dando tiros al aire. Los soldados del régimen se deshicieron a toda prisa del uniforme militar del ejército sirio al abandonar la sede del Estado Mayor, en la plaza de los Omeyas, contaron a AFP varios habitantes.

También los locales de la televisión y de la radio públicas fueron abandonados por los funcionarios, contó un exempleado.

“Acabará en el infierno”

A unos kilómetros de allí, en el pintoresco viejo Damasco, donde viven muchas familias cristianas, unos jóvenes coreaban “¡El pueblo sirio está unido!”, un mensaje destinado a tranquilizar a las minorías de un país multiconfesional y devastado por 13 años de guerra civil.

Un combatiente sirio de oposición sostiene un lanzacohetes frente a la oficina del gobierno regional, en cuya fachada se muestra una imagen del presidente sirio, Bashar Assad, rodeada de disparos, tras la toma de la ciudad de Hama por parte de la oposición, en Siria, el viernes 6 de diciembre de 2024. (AP Foto/Ghaith Alsayed) | Foto: Copyright 2024 The Associated Press. All rights reserved

En otro barrio, Shaghur, había mujeres en los balcones, lanzando gritos de júbilo y tirando arroz al paso de combatientes armados. “No puedo creer que a partir de hoy ya no tendré más miedo”, dijo a AFP Ilham Basatina, una mujer de unos 50 años, apostada en su balcón.

“Nuestra alegría es inmensa pero no será completa hasta que el criminal sea juzgado”, señaló, aludiendo a Bashar al Asad. Los rebeldes que entraron en la ciudad afirmaron que el “tirano” había huido. Pero a Mohamed Cuma, un estudiante de Alepo residente en Estambul, “le da igual” lo que le ocurra a Al Asad.

“Se fue y eso es lo esencial. Que se vaya a Rusia, Bielorrusia o Venezuela, dejen que se vaya. ¡De todas formas acabará en el infierno!”, declaró este estudiante de ingeniería civil, que afirma que “muy probablemente” regresará a su país, donde “podría ser útil en la reconstrucción”.