*Monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga
Podemos dividir este relato en cuatro partes:
Contexto: avisan a Jesús que su amigo querido, Lázaro, está enfermo.
Pero Jesús permanece dos días al otro lado del Jordán, y dice que esta enfermedad, que le produce la muerte a su amigo, es para que se manifieste la gloria de Dios y sea glorificado el Hijo del Hombre.
Martha: Cuando llegan a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Martha sale a su encuentro y le dice que si hubiera estado allí su hermano no habría muerto, pero que Dios le concederá lo que le pida. Jesús le dice que su hermano resucitará. Marta le responde que resucitará, en la resurrección del último día, y Jesús le dice: Yo soy la resurrección y la vida, el que crea en mí, aunque haya muerto vivirá.
María: Le mandan decir a María, quien se había quedado en casa: el maestro está aquí y te llama. Sale corriendo a su encuentro y con ella todos los que estaban acompañándola. Cuando llega donde Jesús se postra ante él y le dice: si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto. El evangelista dice que Jesús al verla llorar y a los que la acompañaban se conmovió en su espíritu, se estremeció y preguntó: ¿Dónde lo han enterrado? Le contestaron: ven y mira. Y Jesús comenzó a llorar.
Lázaro: Jesús conmovido de nuevo en su interior, llegó a la tumba. Era una cueva tapada con una piedra. Jesús dijo: quitan la piedra. Marta le dijo: Señor ya huele mal porque lleva cuatro días. Jesús le replicó: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra y Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú siempre me escuchas… y dicho esto gritó con voz potente: Lázaro, sal fuera. El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas y la cara envuelta en un sudario. Jesús dijo: desátenlo y déjenlo andar… y muchos, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
Recapitulando: Este relato nos ayuda a entender más a Jesús, que es resurrección y vida, divino y humano, que tienes amigos, que se conmueve y llora, que consuela y sabe que el Padre siempre escucha, que tiene una palabra poderosa: “Sal fuera”, y desatar al que se estaba descomponiendo en el sepulcro. Oigámoslo nosotros también, si queremos trascender, y pidamos a otros que nos ayuden a desatar todo aquello que nos tiene atrapados en la descomposición del egoísmo.