*Monseñor José Roberto Ospina Leongómez, obispo de Buga.
¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?
Esta es la pregunta que Juan el Bautista manda hacerle a Jesús a través de algunos de sus discípulos. Y la respuesta de Jesús es: “Vayan a anunciar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y los pobres son evangelizados”.
En la sociedad actual, la figura de Jesús sigue siendo un enigma: ¿Sí es cierto que haya existido? ¿No será más bien una invención humana?
Podemos responder: Si de verdad Jesús está vivo, debe constatarse por la transformación de las personas. Los ciegos ven, jóvenes que empiezan a entender para qué la vida. Los cojos andan, personas que han dado traspiés en su vida por la droga, la infidelidad, el trago, pero han cambiado. Los leprosos quedan limpios; muchas personas se van desfigurando porque han perdido los valores, los principios y se han vuelto corruptos, pero están transformados. Los sordos oyen; ante la dificultad de dialogar, de oírnos mutuamente, hay disposición a darle tiempo a los demás para que expresen sus puntos de vista y puedan ser oídos. Los muertos resucitan; lo que produce la muerte es la desesperanza, no hay nada que hacer… Hay personas pregoneras de ilusión, de optimismo, de convicciones en un mañana mejor. Los pobres son evangelizados; evangelizar es llevar la buena noticia de Jesucristo a los que sufren, es consolar a los tristes, sanar corazones desgarrados, liberar de los rencores y odios a los que están prisioneros de ellos.
La segunda parte del evangelio se centra en Juan el Bautista, y la pregunta de Jesús es: “¿Qué salieron a contemplar en el desierto, una caña bamboleada por el viento? ¿un hombre vestido con lujo? ¿a qué salieron? ¿a ver a un profeta? Sí, les digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: Él preparará tu camino ante ti.
Si Juan preparaba el camino al Señor, ustedes y yo estamos llamados a disponer el corazón y la mente de otros para que reciban a Jesús, pero esto requiere coherencia de vida, no cañas dobladas por el ambiente; sobriedad y austeridad personal para ser profetas que conocen la Palabra de Dios y el momento histórico en que vivimos para entender y explicar qué espera Dios de nosotros y en qué aspectos hay que cambiar.
Que el Adviento nos ayude a todos a volver la mirada al corazón y a quienes nos entregaron al Salvador: María y José, para que demos respuesta de nuestra fe con obras de amor y de conversión.