Las migraciones paisas han tenido varias ‘cosechas’. Primero la colonización antioqueña a lomo de mulas conducidas por arrieros, pasando por sucesivas oleadas de diferentes zonas, entre ellas la llegada de inversionistas manizaleños en la primera mitad del siglo pasado, hasta el arribo de granadinos, marinillos y santuarianos, a partir de los años 60.

Me concentraré en esta última etapa pues cada día me sorprende más la contribución de estas comunidades a Cali. Mientras que muchas de las ‘cosechas’ paisas precedentes habían llegado con capital buscando opciones de educación, administración de fincas o relacionamiento afectivo con familias vallecaucanas, la migración antioqueña de los 60 vino buscando oportunidades de subsistencia y progreso. Con el sudor de sus frentes y partiendo de labores sencillas, fueron avanzando en el comercio hasta consolidarse como una fuerza económica de inmensa importancia regional. Es difícil encontrar negocios de granos, panaderías, prenderías, detrás de los cuales no esté el trabajo y la visión de un paisa.

Las lecciones de solidaridad entre ellos son uno de los grandes legados. Sin egoísmo, comparten oportunidades y experiencias para que el recién llegado pueda progresar. Se asocian entre ellos fácilmente. Otro gran legado es que han demostrado que para construir un patrimonio no se requiere ser heredero de fortunas y mucho menos narcotraficante. Los ejemplos de emprendimientos exitosos montados por los paisas entre nosotros, son cientos, basados en el aprovechamiento de las oportunidades, la austeridad y el trabajo comprometido. Otro legado que debe ser ejemplo para otras migraciones que nos llegan, es que no buscan regímenes asistencialistas o la generosidad del Estado: tienen claro que son ellos mismos los responsables de construir su futuro.

Estos paisas no buscan caminos fáciles sino oportunidades. El comercio local de Buenaventura por ejemplo, está liderado por antioqueños de estos, quienes defienden el litoral como a su patria chica. Por eso, admiro su capacidad para amar y trabajar por sus dos territorios: el municipio que los vio nacer y el Valle del Cauca que los acogió.

Los granadinos, por ejemplo, siguen recogiendo recursos para el asilo de ancianos de su pueblo y a la vez lideran el Banco de Alimentos de Cali o la reconstrucción de la Ermita y muchas de nuestras obras sociales. Hoy al frente de la Cámara de Comercio y de Fenalco, está uno de los mejores hijos de esta diáspora, Octavio Quintero.

Estudios sociológicos harán un reconocimiento de la importancia de esta migración en nuestra recuperación económica y social.