Falleció hace pocos días en Miami el palmirano-paisa Guido Franco Acevedo, muy pariente de los Franco del fenecido Restaurante Cali Viejo y del también célebre Café Franco, el del puentecito peatonal que unía a la Avenida Colombia con el barrio Centenario.
Con un escaso bachillerato y unas ganas enormes de comerse el mundo, trabajó, al igual que su padre y su tío, en negocios varios terminando al lado de este último de todero en un almacén de Everfit, el cual le compró, y se le ocurrió la locura de tener una marca propia.
Era la Cali setentera y pastoril en la que la ropa para caballero -como se decía antes- además de los vestidos Everfit, la ofrecían entre otros Pablo y Rubén Puerta, Varonet y Vahler. Por supuesto, la idea de Guido fue desechada por muchos que no creyeron en semejante audacia.
En esas estaba cuando fue a cine a ver el estreno de una de las primeras películas de James Bond, el personaje del inglés Ian Fleming, interpretada por Sean Connery y le quedó revoloteando en su cabeza eso del 007.
Tuvo entonces la fortuna de encontrarse con Hernán Nicholls, el brillante creativo publicitario, dotado de una imaginación que no tuvo límites. ‘El profeta’, que así se hizo llamar, luego de incontables noches febriles y siempre de la mano de Franco, se adueñó del 007 con logo, pistola y todo, y con la modelo María Fernanda Zawadski en insinuantes poses, produjo una campaña tan exitosa que barrió con la competencia.
Al almacén lo llamaron ‘Guido lo viste’, ahí en el primer piso del edificio Colseguros, y lo decoraron de manera provocadora y sensual. Hay que destacar que Guido le compraba la ropa a la fábrica de confecciones Manhattan, a la cual le enviaba sus diseños y claro, las marquillas correspondientes, dándole a sus prendas tal categoría que quien no se ponía un 007, no estaba en la pomada (hasta este pajarraco tuvo uno, bueno, heredado de su hermano Gabriel). Posteriormente sacó la línea 007 a la medida, con telas importadas y sastres propios, además de confecciones para dama.
Guido Franco se volvió famoso lo cual le significó acabar con su tranquilidad. Lo amenazaron, le quisieron hacer la vida imposible y decidió radicarse en la Florida.
Llamado por su madre ‘El Rey Midas’, se dedicó a la propiedad raíz. De una proverbial generosidad, ayudó por igual a su decenada de hermanos y parientes, dejando una estela ejemplar de solidaridad y de haber vuelto sus sueños realidad. Incluso intento crear sin éxito, su propia competencia con otro almacén llamado Adán, para cuya publicidad utilizó de modelo creo que a Marcolfo Obregón o a Mario de la Cruz Posada, posando totalmente ‘viringo’ y tapando sus partes pubendas con la vestimenta que estaba ofreciendo.
La perversidad parroquial le puso una coletilla al eslogan del almacén por cuenta de un escándalo sexual, provocado por el asesinato de dos gais en un apartamento del barrio Santa Rosa, en el que vivía quien fuera sindicado de tan execrable crimen, Pedro Luis Correa, quedando así: “Guido lo viste y Pedro Luis lo desviste”, de cuya autoría se culpa al sempiterno Phanor Emiro Luna.