Durante muchísimos años -décadas quizás-, nuestra Plaza Mayor o Plaza Central venía sufriendo un deterioro tal que se convirtió no solo en un chiquero maloliente, cochino y sucio, sino y aún más, en un excrementario, guarida de rufianes, expendio de vicio, covacha de meretrices, centro de depravación y todo cuanto quieran imaginarse de semejante cloaca.

Se llegó a tal extremo que ya había sido borrada de los atractivos turísticos de la cuidad y había pasado a ser la plaza de la vergüenza donde se daban cita, además, los mercaderes del sexo y las ratas de cuatro y dos patas que tenían allí sus oficinas y centros de negocios.

Fue así como lentamente fueron desplazando a los hacedores de declaraciones de renta y a los caliviejudos elegantosos de sombrero y corbatín, para darle espacio a una recua despreciable que acabó con la reputación de nuestra Plaza Principal.

Recuerdo varios intentos de mejorarla, fallidos todos. Podría decirse que esta noble causa le quedó grande a las administraciones de turno que no se le midieron a semejante chicharrón dedicando sus esfuerzos y presupuestos a cosas más rentables e impactantes ante la opinión pública.

Todo eso lo padecí y lo viví grabando unas canciones en que por poco me roban el instrumento -el piano, quiero decir- y nos tocó salir despavoridos porque -en serio- hasta peligró la vida del artista.

Por eso, me llevé una grata sorpresa en día pasado cuando de paso para La Nacional de al lado de la Catedral, quise atravesarla y no me dejaron pasar argumentando que estaban terminando unas obras para cambiarle la cara.

Lo anterior aumentó mi curiosidad y me busqué las mañas para traspasar la cerca metálica que la circundaba y, ¿con qué me encuentro?

Con una nueva Plaza de Cayzedo, totalmente renovada y bellísima a más no poder. Salvaron y les dieron nueva vida a las palmas, sembraron unos verdes prados, diré un césped bellísimo, cambiaron el piso, restauraron la fuente, enlucieron la estatua del Prócer Joaquín de Cayzedo y Cuero, noble antepasado de quien fuera mi mejor amigo Juaco Nicolás Cayzedo Burckhardt y eliminaron las pecaminosas bancas, entre otros aciertos.

Sin embargo, no se ha podido abrir al público porque no saben a dónde diablos enviar a las trabajadoras sexuales que allí despachaban y que se ganan el pan con el sudor de su ídem y hasta que ello no se resuelva no se podrá abrir como Dios manda y no como quiere el demonio y en eso están entre otras dependencias, la Subsecretaría de Patrimonio a quien se le debe el liderazgo de esta recuperación.

Vale la pena darse una pasadita para admirar así sea desde lejos esta obra tan significativa para nuestra historia y bogar para que las autoridades se hagan presentes para que no se vuelva a corromper este símbolo de la caleñidad que hoy muestra sus mejores galas.

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Posdata: Los patos al agua. ¿Quiénes son realmente los candidatos y no los candidadotes que desean ser alcaldes de nuestra ciudad? Nada de esperar gallos porque no los habrá.