Cali es una ciudad donde cerca de un millón de personas se levantan sin la certeza de comer tres veces en el día. El hambre es un drama silencioso que padecen sobre todo adultos mayores, madres cabeza de hogar, sus hijos, migrantes venezolanos, y en general todos lo que viven al día, del rebusque: vendedores ambulantes, recicladores, incluso taxistas.
Con los precios altos de los alimentos, para quien gane $20 mil o $30 mil en una jornada de trabajo pagar un corrientazo de $12 mil o más es un lujo. Su alternativa es acudir a alguno de los comedores comunitarios dispuestos en todas las comunas y corregimientos. Pero no hay comida para tanta gente.
Según los datos de la Secretaría de Bienestar Social de la Alcaldía, el despacho apoya 762 comedores comunitarios, a los que les entrega, cada diez días, un mercado. Allí sacian el hambre 80 mil personas todos los días, a quienes, la mayoría, el almuerzo del comedor les representa la única comida del día.
La meta de la Secretaría de Bienestar Social es, en 2025, poder garantizar 100 mil raciones diarias de comida en los comedores; cubrir al 10% de quienes necesitan un plato.
En el departamento del Valle del Cauca el panorama es similar. En total, 1393 niños están diagnosticados con desnutrición aguda; en 2024, nueve murieron por esa causa. El 55% de la población, dos millones y medio de personas, presentan lo que los expertos llaman “consumo deficiente de alimentos” o, en otras palabras, tienen hambre.
Detrás de todo hay una profunda crisis social y económica que exige una acción colectiva de la sociedad caleña y vallecaucana. Saciar el hambre va más allá de entregar comida. También se necesita el fortalecimiento de redes de emprendimiento en barrios y comunas, para que las comunidades tengan alternativas para garantizar sus ingresos, además de redes de soporte emocional.
Igualmente, se requiere el respaldo a los comedores comunitarios, como el de ‘Mamá Lucy’ en el barrio Boyacá, donde al mes se preparan 2000 almuerzos, en especial para adultos mayores. Los comedores son refugio, compañía, un espacio de contención emocional para los que pasan hambre en Cali.
Si bien los esfuerzos y apoyos de la Alcaldía local para estos comedores son valiosos e imprescindibles, no son suficientes frente a la dimensión del hambre en Cali, una emergencia social que requiere de la unión también de los ciudadanos y del sector privado.
Recientemente se aprobó una ley que lo facilita todo. Se trata de la 2380 de 2024, o Ley de Donación de Alimentos. Como lo explica el padre Joaquín Alberto Gómez, director del Banco de Alimentos, la nueva normativa ofrece incentivos a las empresas que donen comida, permitiéndoles a cambio deducir hasta el 37 % del valor donado en sus declaraciones de impuestos. Al día, en promedio, el Banco de Alimentos de Cali distribuye 14 toneladas de comida en Cali. Con la ley se espera -y se necesita - que sean muchas más.