Para una nación rica en recursos naturales, con una variedad abundante de ecosistemas, una geografía tan diversa y enmarcada entre dos mares, el turismo sostenible debería ser una alternativa de desarrollo.
Colombia tiene el potencial y si es bien administrado puede convertirse en una manera positiva de conservar su patrimonio más preciado.
Con un retraso que parece inexplicable, apenas ahora el país se aventura a plantear unas políticas que permitan aprovechar su riqueza ambiental y direccionarlas así un turismo que sea respetuoso de la naturaleza. Es un debate que debió trascender hace años porque el problema no está en si se pueden o no usufructuar esos recursos ecológicos sino cómo hacerlo para que se preserven mientras se disfruta de ellos.
En eso se centra la política de turismo sostenible que bajo el nombre de ‘Unidos por la Naturaleza’, presentó el Gobierno Nacional al finalizar el 2020. Es un documento en el que se definen los objetivos que permitan fortalecer al sector, hacer un uso responsable de ese capital natural y generar así un mayor valor agregado para la Nación. A la vez se traza el plan estratégico a diez años, en el que deberán participar tanto los gobiernos como el sector económico y la sociedad para que se haga realidad.
Innovar, gestionar, invertir y educar son las palabras que resumen la estrategia. Ya hay un terreno ganado y es que Colombia sabe cuáles son sus fortalezas, lleva años manejando de forma apropiada sus parques nacionales, ampliando sus zonas de reserva natural y con planes de conservación que si bien no son del todo exitosos avanzan por el camino que se necesita.
Ahora hay que trabajar en la gestión y en la inversión, porque para hacer el turismo sostenible que quiere el país es necesario adaptar la infraestructura y los servicios que se ofrecen para que sean amigables con el medio ambiente. El siguiente paso es educar tanto a los turistas como a quienes se encarguen de manejar el negocio para que se garantice su sostenibilidad.
Es entendible el temor de quienes defienden la vocación exclusiva con fines de conservación de los parques naturales o las zonas de reserva. Pensar en que a los depredadores que ya existen, como la minería ilegal o el narcotráfico, se sumen millones de personas capaces de destruir un hábitat o acabar con alguna especie, preocupa. Pero hay alternativas diferentes para lograr que el turismo ambiental se convierta en un sector rentable para la economía.
Hay ejemplos para ser replicados, como el de Costa Rica que ha sabido aprovechar la ventaja de que el 25% de su territorio sea zona de reserva natural. Allí es el sector privado el que opera el turismo, invierte en infraestructura y se encarga de garantizar la conservación de los ecosistemas. Lograr el propósito es posible siempre y cuando existan las condiciones para que el impacto al medio ambiente sea mínimo, los controles sean estrictos y exista un equilibrio en la inversión para la conservación.
Esas son las condiciones que debe garantizar el Gobierno para que los colombianos miren con tranquilidad la posibilidad de abrir sus zonas naturales protegidas a los turistas. Si se hace bien, se aprovecharán los privilegios únicos de la Nación para que el turismo sea un renglón importante de su economía y que a la vez jalone el desarrollo social de muchas de sus regiones.