También conocido como hipercolesterolemia, el colesterol alto es una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo y representa un importante factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares. Aunque no presenta síntomas evidentes en sus etapas iniciales, sus efectos pueden ser devastadores si no se controlan adecuadamente.
Según la Organización Mundial de la Salud, entre un 5% y un 20% de la población mundial puede padecer de esta condición, pero algo más preocupante aún es que cerca de un 70% de esta población no tiene conocimiento de que la posee.
El colesterol es una sustancia cerosa y grasosa que se encuentra en todas las células del cuerpo y es necesaria para diversas funciones, como la producción de hormonas, la síntesis de vitamina D y la formación de ácidos biliares para la digestión. Sin embargo, el exceso de colesterol en la sangre, particularmente el colesterol LDL (lipoproteína de baja densidad) o “colesterol malo”, puede acumularse en las paredes de las arterias y formar placas que obstruyen el flujo sanguíneo, aumentando el riesgo de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares.
El colesterol alto puede ser causado por varios factores, tanto hereditarios como relacionados con el estilo de vida y entre los que se incluye una dieta poco saludable, rica en grasas saturadas y trans, la falta de actividad física, además del sobrepeso y la obesidad.
Si bien como se mencionó al inicio el colesterol alto puede ser una situación asintomática, a medida que los niveles de este compuesto en la sangre se elevan y se forman placas en las arterias, pueden ocurrir complicaciones que reflejen problemas cardiovasculares.
Por ejemplo, puede aparecer el dolor en el pecho cuando el flujo sanguíneo hacia el corazón se ve obstaculizado por las placas de colesterol en las arterias coronarias y en el caso de estas estructuras en las piernas, dolor al caminar o calambres musculares.
El colesterol alto también puede contribuir al desarrollo de enfermedades cardiovasculares como la enfermedad arterial coronaria, que puede afectar la función del corazón y los pulmones. Es importante tener en cuenta que estos síntomas no son exclusivos del colesterol alto y pueden estar relacionados con otras condiciones médicas.
Para reducir los niveles de colesterol en el organismo no hay fórmulas exactas, sin embargo, la alimentación juega un papel fundamental al igual que otras prácticas como el consumo de algunas preparaciones caseras a base de ingredientes naturales, como es el caso del té verde y rojo.
En el caso de este último, aunque se obtiene de la misma planta (Camellia sinensis) que el té verde, el té negro y el té blanco, el proceso de fermentación y maduración es lo que le da sus características únicas y beneficios potenciales para la salud, incluida la capacidad de ayudar a reducir los niveles de colesterol.
El té rojo se somete a un proceso de fermentación prolongado y maduración en condiciones específicas, que puede durar varios años. Durante este proceso, sus hojas se humedecen y fermentan, lo que provoca cambios bioquímicos en su composición y sabor. Después de la fermentación, las hojas se comprimen en forma de tortas o ladrillos, y luego se almacenan en ambientes controlados para continuar con la maduración.
Este producto contiene componentes bioactivos, como flavonoides y catequinas, que se han relacionado con efectos antioxidantes y antiinflamatorios. Estos compuestos pueden ayudar a proteger las células del daño oxidativo y reducir la inflamación, lo que puede ser beneficioso para el sistema cardiovascular.
Se ha observado que el té rojo puede influir en la forma en que el cuerpo procesa y metaboliza las grasas. Se cree que ayuda a disminuir la absorción de grasas en el intestino y promueve la eliminación de colesterol LDL a través de las heces.
Por su parte, al té verde no se le fermentan sus hojas, algo que también es beneficioso, pues ayuda a mantener sus propiedades naturales y beneficios para la salud.
Su proceso de producción implica el calentamiento o la cocción de las hojas de té poco después de la cosecha para detener la fermentación. Este paso crucial a su vez para dar lugar a otras variedades de té como el negro.
Particularmente el té verde es rico en un tipo de catequina llamada epigalocatequina galato (EGCG), un poderoso antioxidante. Se ha demostrado que el EGCG puede inhibir la absorción de colesterol en el intestino, reduciendo así los niveles de colesterol LDL en la sangre. Además, se cree que el té verde puede aumentar la excreción de colesterol a través de las heces, lo que disminuiría su acumulación en el cuerpo.
Varios estudios han indicado que el consumo regular de té verde puede conducir a una mejora en el perfil lipídico, reduciendo los niveles de colesterol LDL y, en algunos casos, aumentando los niveles de colesterol HDL o “colesterol bueno”.
Para aprovechar los posibles beneficios de estas bebidas para reducir los niveles de colesterol, se recomienda consumir al menos una taza diaria, preferiblemente sin azúcar ni otros aditivos. Ambos pueden consumirse tanto calientes como fríos y son una opción saludable y refrescante para reemplazar bebidas azucaradas y con alto contenido calórico.