“Meditar es estar bien aquí y ahora, bajar las vibraciones de la mente, que siempre está en otro lugar. Es aprender a aquietar la mente, limpiarla, relajarnos y estar más tranquilo”, dice el italiano Krish Benvenuti, profesor de yoga, ayurveda y chef saludable, quien empezó a meditar hacer 20 años.

“No se trata de que cuando meditas se acaben los problemas, pero sí cambia tu manera de reaccionar a ellos”, explica el co-fundador de NutrirSé y de Swastha Project, diplomado en la India, donde vivió durante algunos años.

Para meditar, no se requiere seguir una religión en particular, solamente estar conectado consigo mismo y con los demás. No es tampoco una postura, es estar presente en el aquí y en el ahora. La meditación entrena a quien la convierte en una práctica habitual, a vivir cada momento y a limpiar la mente de las emociones fuertes que se viven diariamente.

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“Es tener conciencia de nuestro cuerpo y ahorrar energía”, agrega Krish.

La meditación transforma la mente, el cerebro y el cuerpo, como lo demuestran los psicólogos Daniel Goleman y Richard J. Davidson, en su libro Rasgos Alterados. “Permite lograr una atención más sostenida, es más, reeduca la atención, que se ha ido perdiendo con tanta información virtual y real que se recibe al mismo tiempo. Meditar fortalece la atención selectiva”, aseguran los autores.

De acuerdo con ellos, el camino de la concentración para empezar a meditar “comienza simplemente por enfocarse en la respiración o en cualquier otro objetivo de enfoque, como por ejemplo, una zona de cierto color relajante”.

Para quienes apenas se inician en esta práctica, dicen los investigadores, “meditar implica una danza vacilante entre la concentración y la mente errática. Inicialmente las ideas fluyen precipitadamente, como una cascada, lo que a veces desalienta al meditador porque crea la sensación de que la mente está fuera de control. Dicha sensación de torrente de ideas se debe a la atención que dedica a su estado natural, que las culturas asiáticas denominan ‘la mente del mono’, porque no se queda quieta”.

Sin embargo, cuando la concentración se fortalece, los pensamientos erráticos se aquietan. Dicen Goleman y Davidson que “la corriente de ideas fluye con más lentitud, como un río, y finalmente descansa en la quietud de un lago, como enseña una antigua metáfora para serenar la mente en la práctica de la meditación”.

Los expertos recomiendan fijar la atención en un objetivo elegido, sin distraerse. Ese nivel de concentración trae sentimientos de calma y deleite y, a veces, se pueden apreciar fenómenos sensoriales como destellos de luz o experimentar una sensación de liviandad en el cuerpo.

“En el día a día el constante monitoreo que llevamos de nuestros pensamientos no logra que el cuerpo se relaje, porque exige un esfuerzo mental. Al vigilar los pensamientos somos continuamente atravesados por ellos y cuando advertimos que eso sucede, debemos hacer un esfuerzo consciente para vigilarlos de nuevo”, explican Goleman y Davidson.

“Es a través de la meditación, orientada a la amorosa bondad, en la que se desea el bien para uno mismo y para los demás, que se crea, razonablemente, un estado de ánimo positivo”, agregan.

Cuanto más se medita, tanto mejor es el resultado, explican los estudiosos de esta práctica. “Todo lo que hagas, grande o pequeño, es solo una octava parte del problema. Mantener la calma, aunque no logre realizar la tarea equivale a los otros siete octavos”, advirtió un monje cristiano del Siglo VI. De ahí que una mente serena sea uno de los objetivos sobresalientes de los métodos de meditación.

Tener una mente desprovista de las angustias que provoca la vida: necesidad de dinero, excesivo trabajo, problemas familiares o de salud, es uno de los objetivos de la meditación.

Medicina sin contraindicaciones

“En la vida moderna los estresores son de índole psicológica más que biológica y pueden ser constantes en los pensamientos, como un jefe terrible, un conflicto familiar o un problema financiero. Esos estresores disparan las mismas reacciones biológicas, que de perdurar por mucho tiempo hacen que la persona enferme”, se consigna en el libro Estados Alterados.

Se reseña allí que varios estudios demuestran que cuanto más se perciben esas molestias, más alto es el nivel de hormonas del estrés como el cortisol. Y esto acarrea un mayor riesgo de muerte causada por trastornos cardiacos. Precisamente uno de los beneficios que se le atribuyen a la meditación es que mejora la manera de manejar el estrés y de reaccionar ante estímulos externos que antes podrían generar rabia, decepción, tristeza, depresión.

Además puede mutar la respuesta emocional al dolor y hacer a la persona más tolerable el ardor. Los meditadores aprenden a suspender sus reacciones mentales y la categorización de lo que aparece en su mente o en su entorno. Y esta actitud mental gradualmente va otorgando otros beneficios en la vida diaria.

Otra práctica inherente a la meditación es la autocompasión, afirman Goleman y Davidson. “Esto significa que, en lugar de criticarse, cada persona debe ser compasiva consigo misma, entender las imperfecciones y los errores como parte de la condición humana, más que como defectos individuales. Es una actitud opuesta a la autocrítica, que es habitual en el pensamiento depresivo”.

Aunque la meditación no tuvo orginalmente la finalidad de tratar desórdenes psicológicos, en épocas recientes se ha revelado como un método para el tratamiento de algunos de ellos, como la depresión y la ansiedad. Según 47 estudios sobre la aplicación de la meditación para tratar pacientes con problemas de salud mental, esta puede disminuir la depresión, la ansiedad y el dolor; reducir el estrés psicológico y algunos traumas, sin contraindicaciones.

Existe un pequeño secreto para mantener la atención y no dejar que la mente se vaya por otra parte, se trata de enfocarse en un mantra, que se puede repetir mentalmente: “so ham”.

Meditar baja las vibraciones de la mente, trabaja el estrés, es una limpieza de los pensamientos negativos. Es como abrir la ventana, para que salgan las malas emociones.

Paso a paso

Antes de meditar, se debe entrenar la mente a estar más quieta. Hay que lograr la concentración, se empieza con tres minutos y luego se aumenta el tiempo.

Empiece a escuchar su respiración. Ponga sus manos encima de la zona del ombligo y escuche el movimiento natural de la respiración, haciendo conciencia del aire que entra y del que sale. Cuando el aire entra, siente el ombligo que se expande y cuando el aire sale, siente el ombligo que regresa.

Es normal que al cerrar los ojos y escuchar la respiración, en un principio la mente se va por otro lado, lo que hay que hacer es realizar a enfocarse en el aire que entra y sale.

Los ojos deben estar cerrados. Es importante tener conciencia de la postura, la columna vertebral, que es el canal energético principal, debe estar bien derecha. El cuello y la cabeza, en línea, relajados.

Puede estar sentado en su cama, en una silla, en un tapete, lo importante es tener los ojos bien cerrados tomando conciencia en la respiración, en particular en la zona del ombligo.