El colesterol es una sustancia cerosa y lipídica (grasa) presente en todas las células del cuerpo humano. Cumple funciones vitales en la formación de membranas celulares, la producción de hormonas y la síntesis de vitamina D.
Aunque el cuerpo necesita de esta sustancia para funcionar correctamente, tener niveles excesivamente altos en la sangre puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
El colesterol se transporta en la sangre a través de partículas que contienen tanto lípidos como proteínas. Aquí se encuentran las de baja y alta densidad. A las primeras a menudo se les denomina “colesterol malo”, ya que el exceso en la sangre puede depositarse en las paredes de las arterias, formando placas que obstruyen el flujo sanguíneo y aumentan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Las de alta densidad, conocidas como “colesterol bueno”, tienen la función de transportar el exceso de colesterol desde las arterias de regreso al hígado para su eliminación, lo que ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardíacas.
La alimentación juega un papel importante tanto en los niveles de colesterol como de triglicéridos en la sangre, otra forma de grasa que se encuentra en el organismo y en los alimentos. El consumo excesivo de grasas saturadas y trans, así como de carbohidratos refinados y azúcares, puede aumentar los niveles de “colesterol malo”, así como de triglicéridos.
En contraposición, una dieta rica en grasas saludables (monoinsaturadas y poliinsaturadas, como las que se encuentran en el pescado, los frutos secos y las semillas) puede ayudar a elevar los niveles de HDL y reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares. En este grupo se encuentra el aceite de oliva.
El aceite de oliva es un aceite de origen vegetal obtenido a partir de las aceitunas, el fruto del olivo (Olea europaea). Es ampliamente reconocido por sus beneficios para la salud y su papel en la dieta mediterránea, que se asocia con la prevención de enfermedades cardiovasculares y una mejor salud en general.
Este producto contiene principalmente grasas monoinsaturadas, especialmente ácido oleico. También contiene grasas saturadas en menor cantidad y ácidos grasos poliinsaturados, como el ácido linoleico. Además, es rico en compuestos antioxidantes, como vitamina E y polifenoles, que tienen propiedades antiinflamatorias y ayudan a proteger las células del daño oxidativo.
El aceite de oliva es conocido por su capacidad para mejorar el perfil de lípidos en la sangre. Las grasas monoinsaturadas en el aceite de oliva tienen un efecto positivo en los niveles de colesterol en sangre.
Ayudan a aumentar los niveles de lipoproteínas de alta densidad (HDL, el “colesterol bueno”), que ayudan a eliminar el exceso de colesterol de las arterias. Al mismo tiempo, el aceite de oliva puede reducir los niveles de lipoproteínas de baja densidad (LDL, el “colesterol malo”), lo que disminuye el riesgo de acumulación de placa en las arterias.
En el caso de los triglicéridos, el aceite de oliva debido a las grasas monoinsaturadas que posee es menos propenso a elevar los triglicéridos que otros productos como los carbohidratos refinados.
No hay una cantidad específica de aceite de oliva recomendada al día para reducir el colesterol, ya que las necesidades dietéticas varían según la edad, el género, la actividad física y otros factores individuales. Sin embargo, se recomienda que las grasas saludables constituyan una parte moderada de la ingesta calórica total.
Es importante tener en cuenta que, si bien el aceite de oliva es una opción saludable, debe consumirse con moderación como parte de una dieta equilibrada. Aunque puede contribuir a la salud cardiovascular, no debe considerarse como una solución única para el control del colesterol y los triglicéridos.
Combinar el consumo de aceite de oliva con otros hábitos saludables, como una dieta rica en frutas, verduras, granos enteros y proteínas magras, así como mantener un peso saludable y hacer ejercicio regularmente, es clave para mantener un perfil de lípidos saludable y reducir el riesgo de enfermedades cardíacas.