Tanto la memoria como la concentración son funciones cognitivas esenciales que permiten a los seres humanos procesar, retener y recuperar información del entorno y de experiencias pasadas.
Estas capacidades son cruciales para el aprendizaje, la toma de decisiones, la resolución de problemas y el funcionamiento diario en las tareas rutinarias.
La memoria es la habilidad cognitiva de retener y recuperar información previamente aprendida o experimentada. Se divide en varios tipos, como la memoria a corto plazo, la memoria a largo plazo y la memoria de trabajo.
La concentración, por otro lado, se refiere a la capacidad de enfocar la mente en una tarea específica y mantener la atención en ella durante un período de tiempo determinado.
Una memoria robusta permite recordar hechos, eventos, rostros y habilidades que se han adquirido a lo largo de los años. La concentración efectiva es esencial para completar tareas, resolver problemas y aprender nuevas habilidades de forma eficiente.
Tanto en el ámbito laboral como en el académico, una memoria aguda y una concentración sólida permiten un rendimiento óptimo en tareas complejas y en la resolución de situaciones problemáticas e incluso riesgosas.
Situaciones como el estrés, la ansiedad, la falta de sueño, de actividad física, pero sobre todo el envejecimiento pueden provocar un deterioro notable en ambas facultades mentales. Llevar una estilo de vida saludable, especialmente con la alimentación, puede aportar de gran manera a estos objetivos.
Algunos alimentos contienen nutrientes específicos que benefician la función cognitiva al proporcionar energía al cerebro, promover la comunicación entre las células cerebrales y proteger contra el estrés oxidativo. Entre estos productos están:
- Pescados grasos: el salmón, el atún y otros son ricos en ácidos grasos omega-3, especialmente el ácido docosahexaenoico (DHA). El DHA es un componente estructural crucial en el cerebro y es esencial para el funcionamiento adecuado de las células nerviosas y la transmisión de señales.
- Nueces y semillas: las almendras, las semillas de chía y las semillas de lino son fuentes de ácidos grasos omega-3, antioxidantes y vitamina E. Estos nutrientes pueden ayudar a proteger el cerebro contra el daño oxidativo y el envejecimiento.
- Frutas y verduras de color oscuro: las bayas, espinacas, zanahorias y los arándanos están llenas de antioxidantes, vitaminas y minerales que apoyan la salud cerebral y protegen las células del daño.
- Huevos: son una buena fuente de colina, que es un precursor de la acetilcolina, un neurotransmisor importante en la memoria y la función cognitiva.
- Chocolate oscuro: el chocolate negro contiene flavonoides, que pueden mejorar el flujo sanguíneo al cerebro y aumentar la función cognitiva.
- Granos enteros: los carbohidratos de digestión lenta de los granos enteros como la avena, el arroz integral y el pan integral, proporcionan energía sostenida al cerebro.
- Frutas ricas en vitamina C: las naranjas, los kiwis y las fresas son ricas en vitamina C, un antioxidante que ayuda a proteger las células del cerebro del estrés oxidativo.
- Legumbres: los frijoles, las lentejas y los garbanzos son ricos en proteínas, fibra y nutrientes esenciales que pueden contribuir a un flujo sanguíneo saludable al cerebro.
Es importante tener en cuenta que la alimentación por sí sola no es una práctica que garantice totalmente la conservación de estas capacidades mentales. La actividad física, el sueño de calidad, la adecuada gestión del estrés, el aprendizaje continuo y la realización de rompecabezas, crucigramas, juegos de memoria, lectura y todas aquellas dinámicas que impliquen retos mentales, ayudan a mantener en buen estado el funcionamiento del cerebro.
En algunas personas la alimentación a veces no es suficiente para cubrir las necesidades cerebrales lo que se recomienda la suplementación. Lo ideal es que la ingesta de estos productos se lleve a cabo a través de la recomendación de un profesional de la salud o específicamente un nutricionista.