La alimentación es de gran aporte para poder tener una salud física óptima. En medio a los grandes avances que la ciencia y la tecnología le ofrecen a la medicina, los profesionales o expertos cada vez están más preocupados con poder volcar la mirada de sus pacientes hacia lo natural.
Y es que lo que entra al organismo en forma de comida es la principal fuente de vitaminas, minerales u otros nutrientes esenciales, por lo que el consumo de cada cosa debe ser equilibrado, sin excesos y priorizándose lo proveniente de los animales o de las plantas, minimizando tanto como sea posible la ingesta de productos sintéticos.
La Organización Mundial de la Salud ha detallado varias veces la importancia que tiene la manera en que se come, detallando el tipo de alimentos que mejor le hacen al estado físico.
“Llevar una dieta sana a lo largo de la vida ayuda a prevenir la malnutrición en todas sus formas, así como diferentes enfermedades no transmisibles y trastornos. Sin embargo, el aumento de la producción de alimentos procesados, la rápida urbanización y el cambio en los estilos de vida han dado lugar a un cambio en los hábitos alimentarios. Actualmente, las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal/sodio; por otra parte, muchas personas no comen suficientes frutas, verduras y fibra dietética, como por ejemplo cereales integrales”, indica la entidad.
Lo anterior, como menciona la OMS ayudará a que se eviten muchas condiciones, pero en uno de los aspectos en los que más incidirá será en la digestión. Algunas sustancias son más fáciles de procesar en el estómago que otras, lo que hacen que sean mejores para el tracto intestinal.
Hay algunos alimentos que ayudarán a que se eviten malestares estomacales como la diarrea, ayudando a que las heces recuperen su rigidez y forma.
Para estos casos será necesaria una dieta conocida como dieta seca, la cual es baja en fibra y líquidos. Algunos productos de los que hacen parte de este menú son la carne de res, pollo o cerdo asada u horneada, las harinas blancas y refinadas (evitando el pan), la pasta sin crema ni lácteos, el arroz sin condimentos, las tortillas de maíz o harina y evitar el pescado o los mariscos.
Asimismo, deberán disminuirse los alimentos que pueden causar ruidos en el estómago como los lácteos, los fríjoles, los alimentos grasosos o fritos.
Otras recomendaciones frecuentes para la diarrea es recuperar la hidratación al tomar de 8 a 10 vasos de líquidos claros, tomar una taza de líquido por cada evacuación, consumir pequeñas porciones de comida entre los platos principales y aumentar el consumo de plátanos o papas.
También, es aconsejable descansar y evitar alimentos sólidos durante los episodios de diarrea hasta que los síntomas mejoren. Una dieta líquida y semisólida puede ser más fácil de tolerar.
Finalmente, es importante consultar a un profesional de la salud, si los síntomas de la diarrea persisten o empeoran. Un profesional de la salud podrá evaluar la situación y brindar recomendaciones específicas según cada caso.
Hay que tener presente que la diarrea puede ser incómoda y debilitante, pero una alimentación adecuada puede desempeñar un papel crucial en la recuperación. Los alimentos suaves y fáciles de digerir, como los plátanos, el arroz blanco, las zanahorias hervidas y el caldo de pollo, pueden ayudar a frenar la diarrea y promover una mejor salud digestiva.
Cabe resaltar que la diarrea se define como la evacuación de heces líquidas y sueltas, generalmente acompañada de una necesidad urgente de defecar. Puede ser causada por diversas razones, como infecciones virales, bacterianas o parasitarias, intolerancia a ciertos alimentos, efectos secundarios de medicamentos o trastornos digestivos, entre otros.