Cada parte del cuerpo humano cumple una o varias labores específicas que permiten que el resto se desarrolle con normalidad. En ese sentido, las personas se parecen a las máquinas pues tienen engranajes que funcionan si se cuidan de la manera correcta. La alimentación es una de las bases para ello.
Y es que lo que se consume es la principal fuente de vitaminas, minerales y nutrientes esenciales, los cuales son de vital relevancia a la hora de que se realicen los procedimientos metabólicos internos, así como las actividades cotidianas del día a día.
No obstante, en la actualidad los hábitos alimenticios de la comunidad no son los mejores, por lo que la Organización Mundial de la Salud se ha referido al respecto y ha dado un panorama de tan importante situación.
“Llevar una dieta sana a lo largo de la vida ayuda a prevenir la malnutrición en todas sus formas, así como diferentes enfermedades no transmisibles y trastornos. Sin embargo, el aumento de la producción de alimentos procesados, la rápida urbanización y el cambio en los estilos de vida han dado lugar a un cambio en los hábitos alimentarios. Actualmente, las personas consumen más alimentos hipercalóricos, grasas, azúcares libres y sal/sodio; por otra parte, muchas personas no comen suficientes frutas, verduras y fibra dietética, como por ejemplo cereales integrales, indica la entidad.
De hecho, algunos de esos trastornos a los que se refiere el párrafo anterior tienen que ver con el déficit nutricional por el que puede pasar el organismo si no se tiene una alimentación saludable.
Por ejemplo, si faltan vitaminas específicas pueden fallar órganos o sistemas.
Caso concreto de esto es la falta de colágeno, que es el material encargado de dar firmeza, elasticidad o forma a los cartílagos, músculos, huesos y a la piel.
Para la formación de dicha sustancia es necesario que se cuenten con altos niveles de ciertos nutrientes, como es el caso de la vitamina C. Sin esta, el cuerpo no es capaz de convertir la lisina y la prolina en los aminoácidos encargados de producir el colágeno.
Asimismo, cabe mencionar que la vitamina C también es un poderoso antioxidante, por lo que tiene la capacidad de aportar en la protección de la piel contra los contaminantes y los rayos UV que suelen deteriorar la producción de colágeno.
Incapaz de producirla de manera espontánea, la vitamina C deberá buscarse en los alimentos. Algunos de los que son ricos en esta son las frutas cítricas, los tomates, el brócoli, las coles de Bruselas, la coliflor, la papaya o las hojas verdes.
Por otro lado, los anacardos, el maní, las nueces o las almendras son fuentes de lisina, la cual se transforma en el aminoácido hidroxilisina que es la base de la composición del colágeno.
A su vez, la gelatina posee casi un 90% de la proteína del colágeno y cuenta con muy poco aporte calórico, por lo que se vuelve una forma de consumir directamente los aminoácidos y otros nutrientes localizados en las articulaciones.
Finalmente, el azufre es un mineral muy asociado con el aumento en los niveles de colágeno. Este está presente en productos como las aceitunas, el ajo, el pepino, la cebolla, el plátano o el apio.
Los estudios han demostrado que el colágeno derivado de especies marinas, como peces, resulta más efectivo que el proveniente de animales como el cerdo o de fuentes vegetales. Esto se debe a la similitud de estructura entre el colágeno marino y el producido por los humanos.
A pesar de que el colágeno marino hidrolizado tiende a ser más costoso, sus beneficios, como la mejora en la salud de los huesos, piel y tendones, lo convierten en una opción preferida.