En 1973, la compañía farmacológica Searle de Estados Unidos introdujo en el mercado un medicamento para controlar las úlceras gástricas llamado comercialmente Cytotec, pero a nivel genérico misoprostol. Las pastillas gastrointestinales se popularizaron en toda Latinoamérica, pero hacia los años 80, se descubrió que las mujeres las utilizaban con otro fin distinto al que se propusieron sus fabricantes.
El misoprostol tiene como uno de sus efectos secundarios en mujeres la inducción del parto espontáneo, por lo que en los países donde el aborto es prohibido se convirtió en un conocimiento que pasó de voz a voz entre aquellas que decidieran tomar la decisión.
Consultada por BBC Mundo para un artículo sobre este tema, la doctora Georgina Sánchez Ramírez, autora del libro ‘Realidades y retos del aborto con medicamentos en México’, expresó que “de esta forma, y como se dice vulgarmente, de boca en boca se fue comentando esa posibilidad que tenía este medicamento. Y de hecho el costo no es elevado porque fue diseñado precisamente para las úlceras gástricas”.
Con el tiempo y la evidencia, se empezó a considerar este medicamento como un abortivo, aunque aún se vende como remedio gastrointestinal, pero con advertencias. Así lo referencian en los Institutos Nacionales de Salud de EE. UU. (NIH), “las mujeres no deben tomar su primera dosis hasta el segundo o tercer día de su periodo menstrual (para asegurarse de que no están embarazadas)”.
Además, ya está establecido que “el misoprostol también se usa, en ocasiones, para tratar úlceras e inducir el parto. El misoprostol se usa solo o en combinación con la mifepristona para interrumpir un embarazo en su inicio”.
La mifepristona, un medicamento abortivo creado con este fin por laboratorios franceses en 1987, resultó aún más eficaz en su propósito al combinarse con misoprostol. De hecho, según Profamilia, “la molécula mifepristona que, en combinación con misoprostol, ofrece una eficacia del 95%. Esta es una opción de procedimiento que implica menos riesgos para las mujeres que se realizan un aborto en las primeras nueve semanas del embarazo”.
El efecto del medicamento es provocar el vaciado del útero y su expulsión por sangrado, y cuando se combina con mifepristona, pero tomándose antes que el misoprostol, esta detiene la producción de la hormona progesterona, la encargada de darle continuidad al embarazo. Vale advertir que si bien su uso es validado, no puede emplearse sin el debido asesoramiento médico y en los tiempos biológicamente prudentes, no puede usarse cuando haya una vida al interior.
Este método abortivo con medicamentos, aprobado en los países donde no hay prohibición y que circula sotto voce donde es penalizado el aborto, es considerado mucho menos riesgoso que los métodos quirúrgicos. Incluso la OMS considera que cuando la mifepristona no es asequible, por su alto costo o por normativa del país, las mujeres emplean solo el misoprostol para abortar.
En su artículo, BBC Mundo señala que, de acuerdo con algunos estudios, el acceso a este método abortivo con medicamentos ha reducido en gran medida la mortalidad por abortos realizados en la clandestinidad.