Desde hace varios años, los carbohidratos se han catalogado como uno de los nutrientes más dañinos siempre y cuando sean procesados, razón por la que especialistas en el tema recomiendan evitarlos a toda costa.
Sin embargo, las recetas y platos más atractivos para los paladares humanos suelen estar repletos de estas biomoléculas. Ante ello, un estudio reciente señaló que el gusto por los carbohidratos tiene una evolución que va más allá del simple placer gastronómico.
De acuerdo con la pesquisa realizada por investigadores del Laboratorio Jackson de Farmington, Connecticut, los antepasados humanos dependían en gran medida de los carbohidratos como fuente de energía rápida y accesible.
El estudio se centra principalmente en el gen AMY1, responsable de la producción de la amilasa, una enzima crucial para la digestión del almidón.
Los investigadores descubrieron que hace 45.000 años, los cazadores-recolectores ya contaban con entre cuatro y ocho copias del gen AMY1, mucho antes de la aparición de la agricultura. Esto sugiere que el Homo sapiens desarrolló un gusto por los alimentos ricos en almidón en una época en la que los cultivos aún no formaban parte de su dieta habitual.
El estudio también reveló que la duplicación del gen AMY1 no es exclusiva del Homo sapiens. Tanto los neandertales como los denisovanos, un homínido extinto descubierto en 2010, también tenían varias copias de este gen.
Esto indica que un antepasado común de estas tres especies humanas ya poseía este rasgo, sugiriendo que la preferencia por el almidón está profundamente arraigada en la historia evolutiva de la humanidad.
Por el momento, los investigadores no han descubierto cuándo se produjo la duplicación inicial de AMY1, sin embargo, no descartan que se haya producido de manera aleatoria.
Aquellos humanos que poseían más copias de este gen estaban mejor equipados para procesar dietas ricas en almidón, lo que les permitió adaptarse a diferentes entornos y obtener energía de manera más eficiente. Esto fue importante en momentos en los que la disponibilidad de alimentos variaba considerablemente.
Entre otras cosas, el estudio también mostró que el número de copias del gen AMY1 aumentó significativamente en los últimos 4000 años. Este incremento está asociado con la transición de los humanos de un estilo de vida cazador-recolector a una sociedad basada en la agricultura, donde el cultivo de cereales y otros alimentos ricos en almidón se volvió común.