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La importancia de sobrevivir cuando el resto del mundo rima: entrevista a Carolina Bello

Carolina Bello, escritora uruguaya que participó en el reciente panel Latinoamérica Viva, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, habla sobre El Resto del Mundo Rima, una novela de sobrevivientes, basada en un accidente fatal.

5 de febrero de 2023 Por: Por Juan Camilo Rincón, especial para El País
Carolina Bello, escritora uruguaya que participó en el reciente panel Latinoamérica Viva, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, habla sobre El Resto del Mundo Rima, una novela de sobrevivientes, basada en un accidente fatal. | Foto: Foto: Eliana Cleffi

Un accidente en la carretera con tres autos involucrados. Siete personas fallecidas. Dos sobrevivientes que llegan al mismo hospital: Julia Bazin, una bióloga que se hace pasar por la doctora Mónica Elzester tras pasar una noche escondida en un closet lleno de escobas y traperos, y Andrés Lavriaga, un ladrón que huía tras robar, junto con sus cómplices, una caja con dinero de una sucursal de préstamos.
Una azarosa coincidencia da inicio a la más reciente novela de Carolina Bello, El resto del mundo rima (Penguin Random House). La escritora uruguaya explica que tomó parte de una historia real para llevarla al plano de la ficción. Con ella construyó, entre capas de sentido, acciones y estructuras, una serie de reflexiones metaliterarias donde los cambios de narradores aseguran un ritmo que no da respiro.

Bello nos entrega una novela de sobrevivientes que no exalta a los “buenos” ni condena a los “malos”. Nos pone, en cambio, frente a seres humanos que no se sienten parte de nada y miran al mundo como un lugar ajeno. Los cuerpos adoloridos y erotizados; las mentes sufrientes y carentes que duelen son parte esencial de este libro que hoy integra el Mapa de las Lenguas 2022.

El resto del mundo rima es una frase de Werner Herzog. ¿Por qué escogió esa en particular? ¿Fue lo primero que se le ocurrió, vino durante el proceso de escritura, o fue lo último?
“Lean a Herzog, quieran ser Herzog, sepan que no lo serán nunca”, dice Leila Guerriero en uno de los textos de su iluminador Zona de obras. Me compré Del caminar sobre hielo en una librería de Buenos Aires con esa frase de Leila en la mente. Una vez que lo leí supe que nunca sería Herzog y también que ya no sería la misma a la hora de escribir. Subrayé una frase: “Reflexionar sobre mí mismo saca una cosa a la luz: el resto del mundo rima”. Por entonces yo ya estaba escribiendo mi novela, un libro en el que me había preocupado puntualmente por generar texturas sonoras y cuya protagonista decide abandonar su vida para reconfigurarse o “reflexionar sobre sí misma” desde un lugar completamente distinto y adusto. En el correr de las páginas escritas, puntualmente en un capítulo, cité parcialmente aquella frase de Herzog. Cuando la vi plasmada en la hoja supe que no había otro título posible para este libro.

Esta es una novela muy orgánica, de cuerpos, de sensaciones físicas sutiles y sugeridas, conectadas con los hechos psíquicos y emocionales. ¿Es así?, ¿fue algo intencional?

Uno de los dones de la literatura es hacernos creer. Es trasladar sensaciones, vivencias, atmósferas para que tomen cuerpo en la mente del lector. Desde que comencé a escribir supe que la novela se escribiría en el cuerpo parafraseando el título del libro de Jeanette Winterson y que tendría un componente psicoanalítico, en el entendido de que todas nuestras vivencias van configurando nuestras acciones y nuestro inconsciente que, como ha dicho alguien por ahí, tiene sus propias reglas. Intenté que la novela se convirtiera en un organismo vivo y con dolor. Para ello era fundamental poder plasmar el sufrimiento físico y mental de los personajes. Cada músculo herido de ellos tenía que doler en algún lugar del lector: sentir el fantasma de una pierna amputada, la contractura por dormir en un armario de hospital o el desasosiego que padece la protagonista al no sentirse conmovida por nada.

¿Dónde nació el personaje de Andrés?, ¿cómo logró que se volviera entrañable después de contarnos lo terrible que hizo?

Como dice uno de los narradores del libro en algún pasaje: “siempre hay un personaje que lee”, como si los escritores los incluyéramos en nuestras historias para poder hablar a través de ellos. Andrés fue el primer personaje que empecé a configurar luego de ver por televisión la crónica del accidente fatal que es el germen de la novela. En ese accidente murieron siete personas después de que un auto que venía escapando de la policía chocara con el de una familia entera. De todos, hubo una persona que sobrevivió y que venía en el auto que ocasionó el accidente. Al ver la noticia recuerdo ponerme en la piel de ese sujeto que, al despertar en un hospital, se enteró de que mató a seis personas. No imaginé un calvario peor. Sin embargo, quise darle matices a la figura de ese hombre declarado delincuente por los titulares: cómo había llegado a eso, cómo era su vida antes del accidente. Como contrapunto está su hermano gemelo, que me permitía construir dos personalidades completamente opuestas, con la similitud ominosa que supone coexistir y habitar el mundo con una réplica de uno mismo.

¿Cómo fue construyendo a Julia y cómo se fue transformando durante la escritura de la novela?

Yo venía de construir a dos personajes de perfil entrañable en Oktubre, mi libro anterior. Entonces uno de los desafíos que me propuse para El resto del mundo rima era construir un personaje que me costara narrar, que fuera intrincado, impredecible, reprobable según las convenciones habituales de convivencia y decoro. Me interesaba encarnar en ella una patología mental no declarada ni diagnosticada. Si bien nunca se enuncia en la novela, Julia es una persona que podría padecer un trastorno agudo de personalidad si la decodificamos en términos psicoanalíticos. Entiendo que nadie en su sano juicio se escondería en el placard de un hospital ni tomaría la identidad de otra persona para acechar a alguien. Pero, en paralelo, me interesaba hacer entrar al lector en su lógica y que de algún modo, una vez que avanza el relato, la comprendiera. Julia es una mujer que no tiene un fundamento trágico que la habilite.
Sin embargo, quiénes somos nosotros para juzgar su sentir ante el mundo. Un mundo roto, como ella, del que jamás se ha sentido parte, en el que nunca ha encajado. A la hora de escribir, algo que sabemos como escritores y que aprendemos como lectores, es que existe una motivación que hace avanzar a cada personaje.
Lo que me pasó con Julia es que la fui construyendo sin saber por qué ella hacía lo que hacía. Eso lo fui descubriendo junto con ella, a medida que avanzaba la historia y yo lograba acercarme a ella como una lectora más.

Usted dice que “La mejor poesía es la que carece de adjetivos” porque no se obliga a que una idea tenga un significado forzado. ¿Cómo trabaja el lenguaje para no redundar y decir lo preciso?

Si a la literatura le quitamos su “literaturidad” la convertimos en un manual. En mi caso uno de los aspectos que más me interesa es poder crear visiones o perspectivas no previstas y para eso me sirvo de los recursos literarios como la metáfora o el símil. Cuando vos unís cosas que aparentemente no tienen nada que ver, pero que juntas logran una nueva imagen sin interferencia, tenés algo: una construcción que se instala, que va cosiendo el sentido que impregna a la trama. Por eso he cultivado una prosa que por momentos activa la función poética del lenguaje aunque, como dijo Caparrós acerca del punto y coma, hay que usarlo con cierta moderación. Esos recursos son animales exóticos que aparecen en las páginas y que no deben abrumar, sino sorprender.

Usted evita “establecer un carácter moral” de los personajes y deja que sea el lector quien concluya si los actos son buenos, perversos, etc. ¿Cómo decide hasta dónde narra algo y desde dónde entrará el lector a construir?

Creo que es uno de los desafíos más importantes de todo escritor. Escribir ficción no es asegurar dogmas o creencias; es luchar contra una misma para hacerle justicia a esos personajes mudos a los que le das una voz al momento de narrarlos. Es muy fina la línea que nos habilita a juzgar. Lo hacemos en la vida todo el tiempo, aunque despreciemos conscientemente esa actitud.

Entonces a la hora de escribir, de hacer actuar o hablar a mis personajes, trato de mantenerme alerta y de encender las alarmas para que mis propios prejuicios no me nublen. Siempre digo que cuando estoy en el proceso de escritura de un libro, lo hago aunque no esté frente a la pantalla. A veces estoy haciendo otra cosa y de pronto pienso: esto que le hiciste decir a Julia es lo que vos pensás, no lo que piensa ella. Y ahí voy a borrar párrafos enteros y a empezar de nuevo metiéndome en la mente de cada personaje para poder entenderlo, aunque no comparta lo que piensa.

Es muy poderosa la narrativa alrededor de los personajes rotos y frágiles que se siguen rompiendo. ¿Qué autores han alimentado este concepto puntual, de la forma en que usted lo plantea?

En el reciente panel Latinoamérica Viva en el que participé en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, uno de los tópicos que abordamos fue el pensar en los temas que estamos tratando escritoras y escritores del continente, con independencia de los géneros en los que nos movemos. Interpreto que hay un denominador común: la vieja noción punk de no future y de personajes con conciencia de fragilidad o imposibilidad. Nunca tuve demasiada empatía con los héroes; me han seducido más los personajes marginales como Silvio Astier o los debates de gente común que plantea Carver. En esta novela quise homenajear todo ese bagaje de voces literarias que anidan en mi propia concepción del mundo: incluir personajes que, como dice el artista español Loquillo, “nosotros que somos los de entonces, los que no tenemos dónde, los que siempre estamos solos; nosotros que no formamos parte y decidimos seguir al margen viviendo en el alambre”. Para recrear ese sentir entendí propicio convocar a otros personajes de la literatura o el cine que pudiesen convivir pacíficamente con los personajes que estaba creando como para decirles: no están tan solos como creen, nosotros nos desencantamos antes.

¿Qué lugar siente que tiene en este Mapa de las Lenguas del que hace parte? (pensando el mapa en el sentido más literal).

Recientemente estuve participando como escritora en la FIL Guadalajara y nunca tomé tanta conciencia de ser una escritora uruguaya que vive en Uruguay como en ese momento. Me di cuenta de que existe otro mundo posible ahí fuera, con otras lógicas y otro tipo de vínculo entre los propios autores. Desde que El resto del mundo rima fue seleccionado para formar parte del Mapa de las Lenguas 2022 supe que se abrirían puertas que hasta entonces permanecían vedadas. Es imperioso que escritoras y escritores uruguayos empecemos a tener oportunidades de proyección como las tienen autores de otros países. Es necesario sacar a la literatura uruguaya del país para que el mundo se entere de que hay mucha riqueza literaria más allá de los cuatro o cinco autores consolidados fuera de fronteras.

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