Rodolfo Llinás: perfil de un auténtico 'rockstar' de la ciencia
El científico más importante de Colombia y una de las autoridades mundiales en neurociencias habla del misterio de la consciencia. Aunque todos lo reconocen, pocos saben cuáles son sus aportes a la ciencia.
El axón gigante del calamar solo mide entre 0.5 mm y 1.0 mm. Resulta irónico que este minúsculo tejido que conecta las neuronas sea considerado ‘gigante’. Pero todo cobra sentido cuando se sabe que entre los tejidos nerviosos, que en su mayoría solo pueden observarse a niveles microscópicos, encontrar un animal que posea un axón de este tamaño representa algo monumental. De hecho, el axón del calamar es mil veces más grande que el de cualquier mamífero, incluida la especie homo sapiens.
Por eso, después haber estudiado en laboratorios de Holanda, Australia y Estados Unidos, cuando el Dr. Rodolfo Llinás (Bogotá, 1934) dejó la Universidad de Nueva York y se radicó en Woods Hole (Massachusetts – EE.UU.), donde vive hace 50 años con su esposa e hijos, lo que más deseaba era encontrar un puerto donde se consiguieran calamares frescos todas las mañanas, de tal forma que él pudiera seguir estudiando la fisiología de las conexiones neuronales o sinapsis, en el laboratorio de biología marina que le facilitó la Universidad de Chicago.
Aunque haya recibido algunos de los mayores galardones que un científico pueda anhelar: la Medalla de oro Albert Einstein en Ciencia de la Unesco (1991), el Premio Koetsler sobre Investigación Cerebral (2005), el IV Diploma Cajal entregado por la Reina Sofía de España (2013) y el Premio Ralph W. Gerard en Neurociencia de la Society for Neuroscience (2018). Desde su laboratorio continua estudiando los axones gigantes del calamar en su empeño por descubrir la consciencia: “llegando lo más cercano posible” hasta donde le alcancen sus fuerzas.
Eventualmente, el Dr. Llinás sale de su laboratorio y aparece como un sabio mago entre multitudes de seguidores colombianos, dictando conferencias en eventos académicos. Allí se le puede distinguir por la cabellera blanca, de una blancura que le vino muy joven, antes de los veinte. Vistiendo saco y corbata, permaneciendo de pie cómodamente sobre un par de zapatillas negras, atendiendo con amabilidad a los cientos de fanáticos que piden un autógrafo en algún ejemplar de ‘El cerebro y el mito del yo’ y su selfie, rogando siempre que sea “sin abrazo”.
Actualmente, a punto de cumplir los 85 años, Rodolfo Llinás es una leyenda viva de las ciencias duras, un personaje comparable con estrellas de rock como Mick Jagger o Bob Dylan, salvo que Llinás tiene el mérito de hacer popular algo tan raro en nuestro medio como la neurofisiología. Por ello es que su fanaticada está mayoritariamente integrada por médicos, neurólogos, químicos, estudiantes de medicina y ciencias sociales, licenciados y profesores de universitarios, psicólogos y psiquiatras, entre otros, quienes lo admiran como un modelo de inteligencia en un país absurdo.
Así encontré a Rodolfo Llinás, el viernes pasado en la Fundación Valle del Lili cuando dictó una conferencia sobre ‘Cerebro y Cognición’ que estuvo a reventar de público, pese a que se realizó a las 12:00 del mediodía. Después, caminando entre pasillos ocultos y mientras bajamos escaleras de emergencia, precaución necesaria para huir de otros admiradores que lo esperaban afuera del auditorio, logré cruzar algunas palabras con el viejo sabio que mantiene viva la curiosidad infinita del niño.
Por amor a la ciencia
¿De qué modo influyó su abuelo en su vocación científica?
Fue muy importante para mí y nos quisimos mucho, además en mi familia siempre hemos sido médicos. Mi abuelo era un psiquiatra muy famoso, mi padre fue cirujano y mi tío pediatra, así vamos a completar seis generaciones de médicos, incluso mis hijos son médicos y sus hijos lo van a ser también. Una prueba de que no somos nada originales. Pero la relación con mi abuelo fue de mucho diálogo y aprendizaje.
A los cuatro años, recuerdo que una vez mi abuelo me preguntó si sabía leer, yo le dije que sí. Entonces me sacó un libro donde había un loro y un tomate, y yo le dije que allí decía: “el loro come tomate”. Él me respondió que eso no era leer, que eso era interpretar. Que leer era entender lo que estaba en el otro lado de la página, unos garabatos que yo no conocía. Y para darme a entender la necesidad de aprender a leer y escribir, me dijo que imaginara que él no estaba y yo tenía que dejarle un mensaje, ¿cómo lo haría entonces? Una posibilidad era que consiguiera colores y pintara lo que quería decir, pero es muy difícil hacerse entender así, mientras que la otra posibilidad, era escribirlo con letras y palabras que se podían aprender muy fácil. Con esa explicación conceptual quedé convencido.
¿Qué le aconsejaría a las nuevas generaciones de científicos colombianos?
La respuesta es clarísima, que sean niños hasta la muerte y nunca pierdan el placer de descubrir lo que no sabían antes.
¿Cuál es ese lugar del cerebro donde está la consciencia?
Para que exista la consciencia se requieren millones de neuronas que deben funcionar como una orquesta. La consciencia es la música de esa orquesta, algo fantástico. Pero no la puedes encontrar en un solo instrumento, sino en la totalidad armónicamente conectada y en movimiento. Por eso no es verdad que se utilice solo una parte del cerebro.
¿Qué es la realidad?
Es una interpretación que hemos venido construyendo durante 7 millones de años. Somos básicamente máquinas de soñar que construyen modelos virtuales del mundo real.
¿Cómo sus descubrimientos pueden generar una mejor relación con los animales y el medio ambiente?
Nosotros los humanos no somos los únicos capaces de autoconsciencia. Yo comparé el sistema nervioso nuestro con el de los animales y pude darme cuenta que justamente compartimos con ellos eso que pensábamos era distintivo solo de los humanos: la inteligencia. Lo que pasa es que no tenemos la suficiente curiosidad para comprender a los animales y comprobar que tienen capacidad de cognición, que se reconocen como individuos, poseen sentido de la justicia, pueden divertirse y hasta poseen sentido artístico.
¿Cómo define el amor un neurocientífico?
Es un estado emocional que yo desde pequeño relaciono con la necesidad de saber el porqué de las cosas, cuando encuentro las respuestas amo más. Para mí el conocimiento es un generador de amor por todo lo que nos rodea.
Las aventuras del Dr. Llinás
Desde la época que estudiaba medicina en la Universidad Javeriana de Bogotá, Rodolfo Llinás empezó su leyenda como sabio excéntrico o, más popularmente, de científico loco.
Una de sus primeras anécdotas estuvo relacionada con una pareja de perros gran danés que su padre había comprado para cuidar la casa, estos después tuvieron al menos 12 cachorros y como para la época se acostumbraba recortar las orejas de estos animales por ‘estética’; quien se ofreció para la cruel tarea fue el joven Llinás. Debido a que no se les aplicó suficiente anestesia, los perros no se dejaron cortar sus orejas a las buenas. “Pobres perros. Esas orejas quedaron espantosas”, recuerda el científico.
El futuro científico también dejó claro su carácter de audaz en la Universidad Javeriana donde, desesperado porque no les enseñaban anatomía “en contexto” como él siempre aprendió todo. Entonces, junto a unos compañeros de medicina se metieron al anfiteatro de la institución y durante toda una noche estudiaron anatomía con uno de los cadáveres que allí se guardaban. Antes del amanecer salieron felices y muy bien preparados, salvo que dejaron una escena digna de ‘Holocausto Caníbal’ que espantó a las autoridades religiosas de la universidad. No hubo tiempo para el exorcismo, sin temer a consecuencias Llinás y sus amigos explicaron que lo sucedido era una forma un poco drástica de remediar las deficiencias educativas que les generaba la misma pedagogía de la universidad. Así cambiaron la forma de enseñar anatomía y se salvaron por poco de la expulsión.
Si los perros sufrieron, aún más trágico fue el destino de los gatos que merodeaban por la cuadra donde vivía la familia Llinás, en Bogotá: “cuando fui al laboratorio en Suiza aprendí a poner electrodos profundos en el cerebro. Entonces lo repliqué en Colombia con gatos”, el saldo de sus prácticas fue que desaparecieron todos los gatos del sector, incluso el que tenía su hermana en casa. Cuando ella preguntó dónde estaba su mascota, Rodolfo contestó sin chistar: “tengo su cerebro en un frasco”.
Cuenta el científico que conoció a su esposa, la filósofa Gillian Kimber, en Australia cuando ambos cursaban doctorados en dos carreras que tenían un tema en común, pero que cada uno respondía desde puntos en apariencia distantes. Ella buscaba el sentido del ser y él, nada menos, intentaba atrapar en un frasco la consciencia: “A Rodolfo le pareció muy extraño que los filósofos especularan sobre la mente sin tener en cuenta la fisiología del cerebro”, recuerda su esposa en el documental ‘Llinás, el cerebro y el universo’ (2018). Mientras ella profundizaba en la metafísica, él buscaba las evidencias fisiológicas del pensamiento, y así desde perspectivas diferentes, fueron acercándose y enamorándose a través de una discusión tan profunda que en una ocasión él dijo: “esto no lo vamos a acabar nunca, ¿por qué mejor no nos casamos y seguimos hablando?”. Será por eso que Oscar Wilde decía que para ser feliz en un matrimonio, primero se debe encontrar un buen tema de conversación, algo de lo que se pueda hablar toda la vida.
Pese a todo lo logrado en el campo de la ciencia, tal vez la aventura más difícil para Rodolfo Llinás ha sido su defensa de lo que él llamó ‘La educación con contexto’, una visión de la enseñanza que busca sea asumida como modelo en Colombia. Motivado por esta idea hizo parte de la Comisión de Sabios que pretendían reformar la educación nacional, un grupo en el que también participó Gabriel García Márquez, en tiempos del presidente César Gaviria. Sin embargo, de esta utopía solo quedaron las memorias y los amigos. Más adelante, Llinás también apoyó la creación del Museo Interactivo Maloka.
Al respecto, afirma el periodista científico Pablo Correa, “su labor en defensa de la educación ha sido su forma de mantenerse conectado con Colombia, desde hace 30 años mantiene su postura de la necesidad de transformar el sistema educativo y aunque aún no le hacen caso, él sigue inspirando con sus ideas al sector educativo”.
Con todo el rigor
Un día cuando leía el libro ‘Musicofilia’ de Oliver Sacks, el eminente neurólogo inglés que escribe como los mejores novelistas, me encontré que para explicar cómo la música influye en la imaginación citó un estudio de Rodolfo Llinás; solo entonces, y luego de revisar la bibliografía para descartar una confusión, sentí eso que llaman orgullo patrio. Ese pequeño párrafo, puede compararse con la hipotética circunstancia de que alguna vez Lionel Messi después de hacer un gol, declare que eso lo aprendió de Radamel Falcao. ¿Qué sentirían las personas al saberlo? Solo una cosa: orgullo.
No obstante, ¿cuántos en realidad saben a ciencia cierta cuáles son los aportes de Rodolfo Llinás al conocimiento? En su libro ‘Rodolfo Llinás, la pregunta difícil’ (2017), Pablo Correa hace una síntesis en lenguaje para cristianos de sus importantes descubrimientos.
En primer lugar, menciona que cuando Rodolfo Llinás se doctoró en Australia, realizó un registro intracelular del cerebelo, en compañía de Sir John Eccles (Premio Nobel de Medicina, 1963), esto significó algo así como explorar una región desconocida y dibujar el mapa que permita a otros llegar y no perderse en el camino.
Después se dedicó a estudiar la intercomunicación neuronal, descubriendo que el potencial de acción de las neuronas, es decir, el impulso eléctrico que lleva información entre ellas, funciona a base de calcio y que esto es esencial para la cognición. Puesto que sin esta función cerebral “se puede estar vivo, pero no se puede pensar”. El Dr. Llinás bautizó esta función como Canal Tipo P, y sostuvo sin temor a error que “pensar es permitir que el canal de calcio entre en el cerebro, por lo tanto la consciencia es calcio dependiente”. Tuvieron que pasar años y muchas pruebas experimentales para que la comunidad científica aceptara que el terco científico colombiano tenía razón.
En esa época también descubrió la inhibición dentrítica de las neuronas, algo que no se sabía, y que básicamente explica que estas células pueden alterar un mensaje electroquímico, aunque “fue criticado, él logró demostrar que esto funcionaba así, estableciendo una teoría hasta hoy ineludible para la neurofisiología”, afirma Correa.
Otro de sus conceptos aceptados por la ciencia es el de las propiedades intrínsecas de las neuronas. Esto quiere decir que son irreemplazables, de tal forma que cada una tiene propiedades únicas que al momento de desaparecer no vuelven a repetirse. Esto es tan verídico que se convirtió en una ley de la neurociencia. La llamada Ley Llinás determina que las células neuronales se comportan con características propias, si muere una de ellas, muere parte de la individualidad de la persona.
En la etapa más madura de su carrera, Llinás formula otro concepto llamado ‘disritmias talamocorticales’, “para él, estos son los ‘cortocircuitos’ que se producen en pequeñas aglomeraciones de neuronas y que desencadenan distintas enfermedades neurológicas como depresión, esquizofrenia, entre otras”, explica Correa. A partir de este descubrimiento, en conjunto con un neurocirujano suizo, han llegado a plantear la posibilidad de que siguiendo este postulado se pueden hacer neurocirugías para tratar estas enfermedades.
Muy recientemente, Rodolfo Llinás ha llamado la atención sobre el invento de la ‘nano-agua’, algo que él ha explicado de la siguiente forma: “lo que se ha hecho con esto es crear burbujas muchísimo más pequeñas, poniéndole una enorme cantidad de energía al agua. Esta agua tiene oxígeno adentro y tiene propiedades que la biología no conocía. Se meten por las membranas. Tienen unas propiedades físicas increíbles”. Sin embargo, para algunas personas como el escritor de divulgación científica Julio César Londoño, “aunque Llinás es una de las cuatro personas que mejor conoce los misterios de la mente, no ha podido a escapar a la maldición de la neurología: la especulación. Del tema de la nano-agua o nano-burbujas no se ha comprobado nada”.
En paralelo con los estudios fisiológicos en los axones de calamar, el Dr. Llinás también estudia el comportamiento de las millones de conexiones neuronales humanas desde un magnetoencefalógrafo (MEG) en un laboratorio de la Universidad de New York. Esta es una técnica más precisa que la tradicional electroencefalografía, ya que las ondas magnéticas de las neuronas no son afectadas por el tejido del cuerpo humano. Llinás es uno de los primeros científicos en implementar la magnetoencefalografía en la neurociencia, de esta forma ha logrado en los últimos años diagnosticar enfermedades neurológicas y registrar los cambios sinápticos que se producen en un cerebro cuando es sometido a psicoterapia.
Frases del viejo sabio
-“Amar es cerebralmente un baile y hay que bailar con el que pueda danzar con el cerebro de uno. Encontrar eso es muy difícil; hallarlo es un tesoro. Lo más erótico que existe es el cerebro. Uno se enamora
con el cerebro”.
-"La educación basada en la memoria no sirve para nada, mientras que si se enseña en contexto el conocimiento dura para siempre”.
-"Yo solamente creo que el sistema nervioso lo que hace es soñar de dos modos: de noche, basados en las memorias y las invenciones; y de día, basados en los sentidos. Nosotros somos un estado en sueño modulado por los sentidos”.
-"Borges me parece fantástico, porque pensamos del mismo modo. Yo pienso que la vida es medio sueño. Entonces siempre se está soñando. Los colores, por ejemplo, no existen. A ver: Cervantes creó el Quijote, entonces, de pronto, el Quijote podría preguntarse ¿quién es Cervantes? Está es una situación que Borges crea muy bien".