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Un camino de santidad

Ante esta tentación, Jesús nos enseña que no hay que probar a Dios, sino entrar en comunión con él para que haga de nosotros personas llenas de bondad, amor, fraternidad y conciencia social.

25 de febrero de 2023 Por: Arquidiócesis de Cali

Por: padre Diego Guzmán, sacerdote de la Arquidiócesis de Cali.

La confrontación por la que tiene que pasar Jesús, antes de asumir su destino salvador, es una muestra clara de su grandeza. Lleno del Espíritu Santo, es cuestionado en boca del tentador, en tanto su condición de Hijo de Dios. “Si eres Hijo de Dios…”.

Ser hijo de Dios implica dar cuenta de su comunión íntima con el Padre celestial, que es puesta a prueba desde unas realidades terrenas, que son tan comunes para el hombre mortal y por las que Jesús se somete para reafirmar su ser esencial. El alma de Jesús se ve contrastada con estos escenarios de la mundanidad. El mundo del bienestar, la ambición de poder y los retos de la cultura del cuerpo.

El mundo del bienestar, construido sobre la base de la tecnología, nos vende la idea de panacea, mundo perfecto, mundo virtual, vidas aparentes, pero no verdaderas. Ante esta cruda realidad tentadora, Jesús atina a decir, que no sólo es eso, sino también la realidad espiritual que viene de lo alto, del Padre del Cielo, que ayuda al ser humano a dignificarse.

El poder como ambición mal sana, que desfigura, tuerce y daña el corazón humano, llevándolo al autoritarismo injusto y destructor de la armonía social. Para no incurrir en la idolatría del poder, Jesús entonces derriba ese paradigma inhumano, llevándonos a pensar que la mejor expresión del poder es el servir a Dios a través de los hermanos.

La cultura del cuerpo, como espejo ilusorio que lleva al ser humano a disfrutar sin límites de los excesos de la carne, expresada en llevar al límite nuestra naturaleza humana, sin restricciones y sólo con ‘libertades’ que, en últimas, terminan esclavizando aún más al ser humano. Ante esta tentación, Jesús nos enseña que no hay que probar a Dios, sino entrar en comunión con él para que haga de nosotros personas llenas de bondad, amor, fraternidad y conciencia social.

Permitamos que el Espíritu del Señor llene nuestra vida, de su insondable amor, para que podamos salir de los desiertos de la vida y superar las tentaciones del mundo, para así llegar a la verdadera tierra prometida donde junto a Dios, gozaremos de nuestra auténtica realización humana.

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